LECCIONES DE LA NATURALEZA PARA LA SANACIÓN DEL TRAUMA

Quiero comentar como traductor, que la parte colectiva me parece como mínimo cuestionable, pero la individual es una verdad como un templo y va como una seda.

El trauma es un factor de la vida

Una única breve exposición a un evento desbordante puede arrojar a un individuo normalmente funcional en un abismo de sufrimiento emocional y físico. Cuándo una persona resurge de este filo de casi insanía o se precipita más profundamente en el "agujero negro" del trauma sigue siendo un misterio. La psiquiatría moderna tiene poco entendimiento de por qué un individuo sucumbe indefenso ante una circunstancia traumática, mientras otro sale indemne o incluso fortalecido del mismo evento.Al variar tan enormemente las respuestas humanas a la amenaza potencial, es difícil identificar o clasificar las fuentes del trauma. La mayoría de la gente (ambas lega y profesional) asocia el trauma con eventos como la guerra, extremos de abuso físico, emocional o sexual, accidentes incapacitantes o desastres naturales. Sin embargo, muchos eventos "ordinarios" o aparentemente benignos pueden ser igualmente traumáticos. Por ejemplo, los así llamados "latigazos cervicales" menores de accidentes de automóvil frecuentemente conducen a inquietantes y debilitantes síntomas físicos, emocionales y psicológicos. Procedimientos médicos invasivos y quirúrgicos comunes (particularmente aquellos practicados sobre niños asustados que son sujetados mientras son anestesiados), pueden ser profundamente traumatizantes. Los niños a menudo se vuelven asustadizos, hiperactivos, obsesivos, retraídos, "mojadores de cama" o impulsivamente agresivos tras tales eventos "rutinarios". A veces los efectos de estas experiencias no se manifiestan por meses o incluso años. Pueden aparecer en forma de malestares "psicosomáticos" (tales como dolores de cabeza y barriga) o como ansiedad o depresión inexplicables.Mucha gente expresa sus síntomas "actuándolos hacia fuera" compulsivamente. Los padres del asesino de masas convicto Jeffrey Dahmer y de Ted Kaczynski (el presunto "Unabomber") han dado conmovedoras y aleccionadoras descripciones de los efectos formativos que procedimientos médicos infantiles tuvieron en sus hijos. El padre de Dahmer y la madre de Kaczynski ambos describen la honda desconexión, desesperación, aislamiento y comportamientos estrafalarios que sus niños comenzaron a exhibir tras ser aterrorizados por procedimientos médicos. Después de una operación de hernia a la edad de cuatro años, el joven Jeffrey Dahmer pareció "quebrarse". Luego empezó a cortar y sacar repetidamente los intestinos de animales muertos. Este comportamiento puede verse como un intento del chico para superar y dominar la indefensión ante el terror inducido por el procedimiento quirúrgico que él experimentó como un eviscerado. A la tierna edad de nueve meses, un aterrorizado Kaczynski fue atado a una mesa tras resistirse a un examen físico. Años después, la visión de una inmovilizada tupaya capturada por su padre condujo a Kaczynski a accesos de rabia y terror histéricos. Los perplejos padres de estos dos hombres han pasado horas angustiosas contemplando qué efecto estos eventos pudieron haber tenido en las vidas de sus hijos.En una historia más "ordinaria" de las páginas de Selecciones titulada Todo no está bien, un padre describe la cirugía "menor" de rodilla de su hijo Robbie: El doctor me dice que todo está bien. La rodilla está genial, pero todo no está bien para el niño despertándose en una pesadilla inducida por la droga, revolviéndose en su cama de hospital—un chico dulce que nunca había dañado a nadie, clavando la mirada desde su tiniebla anestésica con los ojos de un animal salvaje, golpeando a la enfermera, gimiendo "¿Estoy vivo?" y obligándome a sujetar sus brazos… clavando su mirada justo adentro de mis ojos y no sabiendo quién soy.Desafortunadamente, historias como esta son eventos normales y corrientes a menudo conducentes a la formación de trágicas cicatrices psíquicas. No estoy intentando aquí excusar o incluso explicar las violentas o aborrecibles acciones de nadie. El que los eventos "ordinarios" puedan condicionar los comportamientos extremos de alguna gente es una cuestión que debe ser abordada, pero no es el punto que estoy tratando. Lo que es vitalmente importante para nosotros entender es que eventos que difícilmente parecen traumáticos pueden ser tan traumatizantes como los horrores de la guerra. El Dr. David Levy (escribiendo en 1946) encontró que niños en hospitales por razones rutinarias a menudo experimentaban los mismos tipos de síntomas graves que soldados con "neurosis de guerra" que tuvieron que ser traídos de vuelta desde las líneas de frente en África y Europa. Tristemente, nuestro estamento médico ha sido lento en reconocer e incorporar esta información extremadamente vital, la cual, si implementada, podría prevenir sufrimiento innecesario de los efectos debilitantes del trauma. Es evidente que lo que hace de un evento potencialmente traumatizante es la percepción (consciente o inconsciente) de que es vitalmente amenazante.Ha sido solo en los últimos diez a veinte años que el trauma ha sido ampliamente reconocido, aunque su esencia fue hace mucho poderosamente captada por los griegos homéricos, los antiguos sumerios y a través de los chamanes de muchas culturas indígenas. Reciente investigación científica ha sido instrumental para ayudar a reencuadrar el trauma en un contexto moderno, así eliminando algo del estigma ligado a él. Nuevos estudios y tratamiento médico han inspirado una módica esperanza para el alivio de este particular tipo de sufrimiento. La psiquiatría, sin embargo, no ha captado la naturaleza esencial del trauma, ni ha destapado si, o por qué medios, puede ser sanado.La vanguardia del trabajo teórico y clínico sobre trastorno de estrés postraumático (TEPT) asume una perturbadora visión mecánica del trauma humano y está, creo, fundamentalmente desencaminada. Por ejemplo, ha habido un intento reciente de buscar una relación causal entre trauma y patología cerebral. Veteranos de Vietnam con TEPT de larga duración, cuando diseccionados tras la muerte, mostraron "encogimiento" del hipocampo (una región del cerebro límbico/emocional involucrada en el aprendizaje). Este fenómeno ha sido corroborado por investigación de laboratorio que detectó encogimiento del hipocampo en cerebros de animales que habían sido expuestos a estrés extremo y prolongado. La implicación pesimista esbozada por estos estudios es que los síntomas de TEPT, incluyendo lapsos de memoria, ansiedad, la incapacidad para modular emociones y controlar la violencia, son todos debidos al daño cerebral—en pocas palabras, que el TEPT es una forma irreversible (incurable) de afección cerebral. Aunque la evidencia parece irrefutable, estoy convencido de que el antedicho "daño cerebral" y otros cambios bioquímicos son efectos secundarios que no solo son prevenibles, sino en muchos casos reversibles.Cuando enfrentado con la amenaza, el cuerpo y mente moviliza una vasta cantidad de energía en preparación para la respuesta "ataque o escape". Este preparativo es respaldado por un incremento y desvío de la corriente sanguínea y liberación de "hormonas del estrés" como adrenalina y cortisol. Parece probable que el exceso continuado de cortisol (o incluso un déficit que puede ser característico de la depresión en TEPT crónico), sea lo que conduce eventualmente al daño cerebral del hipocampo. El encogimiento no sucede repentinamente. Es el largo plazo, i. e., el trauma y estrés crónico irresoluto el que altera los niveles de cortisol que, con toda probabilidad, conduce (con el tiempo) al encogimiento del cerebro. Incluso con trauma (crónico) a largo plazo, existe una gran posibilidad de que la degeneración del hipocampo pueda ser reversible. El encogimiento parece deberse a la pérdida de dendritas que puede ser (al menos parcialmente) restaurada si las sustancias estresantes son desactivadas y retornadas a niveles normales. Por tanto, es esencial ayudar a respaldar y orientar a individuos en la resulta de eventos vitales desbordantes a fin de prevenir la tragedia inenarrable.Un aspecto positivo de la reciente investigación médica del trauma es que plantea cuestiones críticas concernientes al daño que ha sido infligido sobre una generación de niños despojados por guerras a lo largo y ancho del mundo y por la violencia en nuestras ciudades interiores. Como no podamos aprender a resolver los efectos del trauma, puede que estemos creando una generación de "ciudadanos" hiperactivos, discapacitados para el aprendizaje, propensos a la violencia, cerebralmente dañados, cuyas acciones palidecerán las más salvajes fantasías nihilistas de Hollywood. Esta tendencia no está para nada limitada a las áreas de guerra y desgarradas por la violencia del globo. Muchos niños y adultos de clase media sufren de ansiedad, depresión y trastornos psicosomáticos. Algunos de ellos son propensos a la violencia o están funcionando a potenciales enormemente reducidos debido a los efectos de lo que hemos denominado "sucesos diarios". El trauma irresoluto nos conduce a la recreación y es un factor decisivo en la escalada y perpetuación del comportamiento violento. Solventar esta amenaza a la estabilidad social local y global es y será uno de nuestros mayores retos.Otro aspecto positivo de la antedicha generalmente limitada y pesimista línea de investigación del trauma es que permite "legitimidad" para el muy real sufrimiento de la gente con TEPT. Más que cuando se le diga "Todo está en tu cabeza", alguna gente puede ser (discutiblemente) confortada por que se le diga "Todo está en tu (dañado) cerebro". La investigación también apunta a las últimas consecuencias sociales del trauma y plantea la cuestión que nosotros, como cultura, debemos contestar: ¿De qué manera nosotros como individuos, como un pueblo, como una nación y como una comunidad global, planeamos preocuparnos por nuestras experiencias traumáticas colectivas?Algunas de las implicaciones negativas de la visión centrada en la enfermedad son: 1) Está científicamente desencaminada al confundir causa y efecto. Una perturbación en el proceso biológico natural no conduce forzosamente a la patología incurable. 2) Oscurece (o ignora) la innata resiliencia del organismo humano (cuando apropiadamente respaldado y orientado) para restablecerse y sanar en la resulta de eventos vitales desbordantes. 3) Omite reconocer nuestra capacidad como seres humanos para respaldar y empoderarnos unos a otros en el proceso de transformar el trauma. En resumen, el sobreénfasis en la patología (en lo que está mal) impide el proceso curativo dejando de lado nuestras capacidades innatas para autorregularnos y restaurar equilibrio y vitalidad. En pocas palabras, estamos desempoderados por no atender a lo que está bien en nuestros organismos.

Lecciones de la naturaleza

Es a través del estudio del mundo natural y la mitología que podemos empezar a entender el crítico papel de la biología y el instinto en la formación y la resolución del trauma. Somos vivientes, respiradores, pulsantes, autorreguladores organismos inteligentes, no meramente complejos sets de química. Necesitamos identificarnos con nuestras raíces animales y osar habitar la llanura del Serengueti que reside en nuestra alma colectiva. Allí, nos percataremos de muchas cosas. Nuestros sentidos saldrán de su letargo y contemplaremos al guepardo agazapado conforme se pone a tono para atacar al ligero, brioso impala. Rastrea tus propias respuestas conforme ves al veloz guepardo en un surgimiento a setenta millas por hora, abalanzarse sobre su presa. Notas que el impala cae a tierra un instante antes de que el guepardo haga contacto. Es casi como si el animal se hubiera rendido a su pendiente defunción.

Es fisiología—No patología

El impala caído no está muerto. Aunque por "fuera" parece inerte e inmóvil, por "dentro" su sistema nervioso está todavía activado por su persecución a setenta millas por hora. Aunque apenas respirando, el corazón del impala está bombeando a ritmos extremos. Su cerebro y su cuerpo están siendo inundados por las mismas sustancias (p. ej., adrenalina y cortisol) que ayudaron a avivar su intento de escapar.Es posible que el impala no vaya a ser devorado inmediatamente. La madre guepardo puede arrastrar su presa caída (aparentemente muerta) detrás de una mata y salir en busca de sus cachorros, que se están escondiendo a una distancia prudencial. He aquí una breve ventana de oportunidad. El temporalmente "congelado" impala tiene una ocasión para despertar de su estado de shock, sacudirse y temblar a fin de descargar la vasta cantidad de energía acumulada en su sistema nervioso, entonces, como si nada hubiera pasado, irse brincando en busca de la manada. Otra función del estado congelado (inmovilidad) es su naturaleza analgésica. Si el impala es matado, será librado del dolor de su propia defunción.Tres pequeñas niñas (descritas en U.S. News & World Report, 11 nov. 1996) están sentadas en sillas de plástico moldeado en la sala de espera del hospital. Parecen calmadas, no delatando nada del horror experimentado la noche anterior. Las niñas fueron atadas, la de tres años amenazada con una pistola y luego vieron como su hermana adolescente era disparada en la cabeza (aunque no matada). Parecen "calmadas" por fuera, pero sus fisiologías cuentan una historia muy diferente. Corazones todavía batiendo a cien latidos por minuto, la presión sanguínea permanece alta. Dentro de sus cabezas, las sustancias de estrés biológicas están saturando sus cerebros. Como el impala caído, estas crías "congeladas", mientras parecen calmadas (si no insensibles), están todavía internamente preparadas para los extremos de activación necesarios para iniciar los procedimientos de ataque o escape que nunca tuvieron oportunidad de ejecutar. Esas sustancias están ahora volviéndose contra sus meros futuros. El incrementado ritmo cardíaco está asociado con la fulminante respuesta ataque/escape, y entra en juego en los hostiles/retraídos comportamientos que caracterizarán sus apagados y ajetreados días en el colegio y noches en vela en casa. Bruce Perry del hospital infantil en la facultad de medicina Baylor da a profesores y padres de niños traumatizados dispositivos que les permite monitorear el ritmo cardíaco del niño a distancia. De este modo pueden abstenerse de hacer exigencias que puedan causar que los niños exploten de rabia o se retiren por miedo. También prescribe clonidina, una droga que parece que ayuda a bloquear la respuesta ataque o escape.Creo que ambos de estos enfoques pueden ser de cierta utilidad. Desafortunadamente, al centrarse en la patología y supresión de síntomas, el ingrediente biológico esencial de la resolución del trauma se pierde—esto es, completamiento de los procedimientos defensivos de ataque o escape truncados y el cercano contacto humano que es requerido para respaldar este completamiento. Sin completamiento y resolución, la gente permanece asustada, aislada y desesperada. Cuando el completamiento ocurre, como el impala, una persona puede ser transformada y reunirse a la manada.

Completamiento

Los actos deben llevarse a cabo hasta su completamiento. Cualquiera que sea su punto de partida, el final será bello. Es (solo) porque una acción no ha sido completada que es vil.
Jean Genet, de Diario del ladrón

Aunque parece que nos hemos separado de los animales, como el impala o el guepardo, las respuestas humanas a la amenaza están biológicamente formadas. Son funciones innatas e instintivas de nuestros organismos. Para el impala las situaciones de amenaza a su vida son un suceso diario, así que tiene sentido que la capacidad de resolver y completar estos episodios esté inserta dentro de sus sistemas biológicos. La amenaza es un fenómeno relativamente común para los humanos igualmente. Aunque raramente seamos conscientes de ella, también poseemos la innata capacidad de completar y resolver estas experiencias. De nuestra biología vienen nuestras respuestas a la amenaza y es también en nuestra biología donde la resolución del trauma reside.A fin de mantenerse sanos, todos los animales (incluyendo los humanos) tienen que descargar las vastas energías movilizadas para la supervivencia. Esta descarga completa nuestras respuestas a la amenaza activadas y nos permite regresar al funcionamiento normal. En biología, este proceso es llamado homeostasis: es la capacidad de un organismo para responder apropiadamente a cualquier circunstancia dada, y luego regresar a un estado basal que podría ser llamado de funcionamiento "normal".En el vídeo de National Geographic "Alerta, oso polar" (disponible en tiendas de vídeo), un asustado oso es acosado por un avión perseguidor, disparado con un dardo tranquilizante, cercado por biólogos de campo y entonces marcado. Conforme el inmenso animal sale de su estado de shock comienza a temblar, culminando con un casi convulsivo estremecimiento—sus extremidades agitándose (aparentemente) al azar. La sacudida declina y el animal toma tres espontáneas inspiraciones que parecen propagarse a través de todo su cuerpo. El (biólogo) narrador de la película comenta que el comportamiento del animal es necesario porque "ventila el estrés" acumulado durante la captura. Si esta secuencia se ve a cámara lenta se pone de manifiesto que los giramientos "al azar" de las patas son en realidad movimientos coordinados de carrera—es como si el animal completara sus movimientos de carrera (truncados en el momento en que fue atrapado), descargara la "energía congelada", luego se entregara a una vigorosa inspiración "orgiástica".Tomé conciencia por primera vez de la honda significación de estos tipos de reacciones fisiológicas en la sanación del trauma en gran medida por accidente. En 1969, un psiquiatra me remitió una paciente que estaba sufriendo de ansiedad aguda y ataques de pánico. Los ataques se habían vuelto tan graves que la mujer (Nancy) era incapaz de salir de su casa sin compañía. El psiquiatra, que sabía de mi interés en la curación mente/cuerpo (un campo incipiente en esa época), pensó que quizás ella se beneficiaría de técnicas que yo había desarrollado que utilizaban la conciencia sensorial como una vía a la relajación profunda.La relajación no era la clave. En nuestra primera sesión, conforme yo ingenuamente y con la mejor de las intenciones intentaba ayudarla a que se relajara, Nancy cayó en un ataque de ansiedad en toda regla. Parecía paralizada e incapaz de respirar. Su corazón estaba bombeando salvajemente y luego se ralentizó hasta casi una parada. Me torné bastante asustado conforme entrábamos juntos en su ataque de pesadilla.Rindiéndome a mi propio intenso miedo, si bien de alguna forma apañándomelas para seguir presente, tuve la fugaz visión de un tigre saltando hacia nosotros. Arrebatado por la experiencia, exclamé intensamente, "Estás siendo atacada por un enorme tigre. Mira al tigre conforme viene a ti. ¡Corre hacia ese árbol, trépalo y escapa!" Para mi sorpresa, sus piernas empezaron a temblar en movimientos de carrera. Profirió un grito escalofriante que atrajo a un oficial de policía que pasaba (afortunadamente mi compañero de oficina de alguna forma se las apañó para explicar la situación). Ella comenzó a temblar, estremecerse y sollozar en oleadas de vigorosas convulsiones.Nancy continuó estremeciéndose durante casi una hora. Recordó una aterradora memoria infantil. A la edad de tres años, había sido atada a una mesa para una amigdalectomía. La anestesia era éter. Incapaz de moverse, sintiéndose sofocada (reacciones comunes al éter), tuvo aterradoras alucinaciones. Esta experiencia temprana tuvo un profundo impacto en ella. Nancy fue amenazada, desbordada y como resultado, se había quedado fisiológicamente congelada en lo que los biólogos llaman "respuesta de inmovilidad". En otras palabras, su cuerpo se había resignado literalmente a la derrota y el acto de escapar no podía existir. En este permanente estado de "ansiedad nuclear", Nancy perdió su auténtico y vital ser, así como una segura y espontánea personalidad. Aunque no había muerto literalmente, partes de ella habían sufrido una especie de muerte.Después del avance que ocurrió en nuestra visita inicial, Nancy dejó mi oficina sintiéndose, en sus palabras, "Como si se tuviera a sí misma de nuevo". Aunque continuamos trabajando juntos durante unas pocas sesiones más, donde ella tembló y se agitó delicadamente, el ataque de ansiedad que experimentó ese día fue el último.

Fuera de África

Recientemente describí el tipo particular de sacudida espontánea, temblor y respiración que Nancy y otros clientes exhiben en sesiones de terapia a Andrew Bwanali, biólogo de parque del Centro ambiental Mzuzu en Malawi, África central. Él asintió excitadamente, luego estalló;"¡Sí… sí… sí! Eso es verdad. Antes de liberar animales capturados en la naturaleza, nos aseguramos absolutamente de que ellos hayan hecho justo lo que acabas de describir". Él miró hacia abajo al suelo, luego añadió suavemente; "Si no han temblado y respirado de esa manera antes de ser liberados, no sobrevivirán… morirán". Aunque los humanos raramente mueren del trauma, si no lo resolvemos, nuestras vidas pueden ser gravemente mermadas por sus efectos. El resultado para muchos de nosotros es a menudo descrito como un "muerto viviente".

Despertando al tigre

El DSM cuatro (el manual diagnóstico usado por psiquiatras y psicólogos) define "reacciones de ansiedad de pánico" como sigue: El ataque tiene una súbita aparición y asciende a un pico rápidamente (por regla general en los primeros diez minutos), y está a menudo acompañado por una sensación de inminente peligro o acechante fatalidad y con un ansia de escapar. Los síntomas incluyen palpitaciones, sudoración, temblor (que los afectados suelen tratar de reprimir), impresiones de falta de aire, sensación de atragantamiento, dolor de pecho o incomodidad, náusea o estrés abdominal, mareo o aturdimiento, miedo a perder el control o "la cabeza".Más de tres millones de americanos sufren de ataques de pánico regulares, siendo mayoritariamente mujeres—la presa más susceptible en lo que se refiere a nuestra especie. Vemos en la definición de ansiedad de pánico—la sensación de inminente peligro o acechante fatalidad asociada con un ansia de escapar. Esta es la esencia del trauma; el ansia de escapar emparejada con la percepción de no ser capaz de ello.Por la época en que topé con Nancy, yo estaba estudiando los comportamientos animales depredador—presa. Estaba intrigado por la similitud entre la parálisis de Nancy cuando su ataque de pánico comenzó y lo que le sucedió al impala mencionado previamente. La mayoría de los animales presa usan la respuesta de inmovilidad cuando atacados por un depredador superior, más poderoso del que no pueden escapar. Estoy bastante seguro de que estos estudios influyeron notablemente la fortuita visión del tigre imaginario. Por muchos años después de eso trabajé para entender la significación del ataque de ansiedad de Nancy y su respuesta a la imagen del tigre. Ahora sé que no fue la dramática catarsis emocional y revivir la amigdalectomía de su niñez lo que fue catalítico en su recuperación, sino la descarga de energía que experimentó cuando fluyó fuera de su respuesta pasiva, inmovilidad congelada a un activo, exitoso escape. La imagen del tigre despertó su instintiva, reactividad propia. La otra percepción que coseché de la experiencia de Nancy fue que los recursos que facultan a una persona para triunfar al encarar una amenaza se pueden usar para sanar. Esto es verdad no solo en el momento de la experiencia, sino incluso años después del evento.Aprendí que para curar el trauma era innecesario desenterrar y revivir memorias. De hecho, el dolor emocional severo puede ser retraumatizante. Lo que necesitamos hacer para ser liberados de nuestros síntomas y miedos es avivar nuestros profundos recursos fisiológicos y conscientemente utilizarlos. Si permanecemos ignorantes de nuestro poder para cambiar el rumbo de nuestras respuestas instintivas en forma proactiva más que reactiva, continuaremos estando congelados, aprisionados y con dolor.Conforme continué trabajando con gente sufriendo reacciones de ansiedad y los llamados desórdenes "psicosomáticos" como migrañas, síndromes musculares (p. ej., fibromialgia, dolor de espalda y cuello), trastornos funcionales gastrointestinales, SPM severo, asma e incluso algunas convulsiones epilépticas, más me fui convenciendo de que estos síntomas son el intento del sistema nervioso para fijar (o contener) las intensas energías de supervivencia que permanecen en el cuerpo/la mente como resultado del trauma irresoluto. Cuando estas energías pudieron ser gradualmente descargadas, fisiológicamente, en suaves temblores (a menudo acompañados por progresivos estremecimientos de aprensión, apresto y una sensación de "abrir brecha" expansivamente entre cálidas gotitas de húmeda transpiración), los síntomas a menudo fueron dramáticamente reducidos o incluso eliminados. A veces, aunque no siempre, imágenes de(l/ los) evento(s) aparecían indicando la(s) posible(s) fuente(s). No eran necesarias para que la curación ocurriera. Las imágenes eran a menudo, pero no siempre precisas representaciones de un evento. Esto me llevó a concluir que las "memorias traumáticas" no son necesariamente la verdadera historia de lo que sucedió. Son precisas en el sentido de que las imágenes concuerdan con la "intensidad energética" de una experiencia. También satisfacen el hondo anhelo que nosotros los humanos tenemos de saber qué nos sucedió. Esta es una llave importante para abrir el misterio de las memorias traumáticas y evitar los escollos creados por las "falsas memorias". Por ejemplo, es crítico que entendamos que la experiencia (inconsciente) de procedimientos médicos de mucha gente es bastante parecida a la experiencia de violación. Cualquier sugerencia de violación o abuso por un terapeuta (o por exposición mediática) puede influir en que gente traumatizada cree "falsas memorias" a fin de explicar cualquier experiencia violenta.

La raíz de muchos trastornos

Se estima que tantos como treinta a cuarenta millones de americanos (doce a quince por ciento de la población) han experimentado ansiedad persistente. Otros veinte millones han sido afectados por una forma más leve de ansiedad conocida como "síndrome de las piernas inquietas" (una explicación para esta agitación de las piernas debida a la incompleta respuesta de supervivencia puede entreverse en la imagen de Nancy según se escapa del tigre). Añade a esta cifra doce millones y medio de gente que sufre trastorno obsesivo compulsivo (un desorden que mantiene a la gente en un constante estado de alerta conocido como hipervigilancia), incesantemente buscando una amenaza incluso cuando no existe ninguna.La dolencia (mental y física) relacionada con el estrés, puede estar detrás de la inmensa mayoría de los síntomas por los que la gente busca ayuda médica. Los trastornos psiquiátricos graves (involucrando ansiedad, depresión, alteraciones del sueño y abuso de sustancias) están en alza en América y en otras naciones industrializadas. En 1994, los conservadores Archivos de psiquiatría general reportaron que la mitad de toda la población adulta americana encaja con los criterios diagnósticos formales que denotan dolencia psiquiátrica severa. Desde la Segunda Guerra Mundial, las tasas de depresión y suicidio adolescente se han triplicado ambas. Por sobrecogedoras que sean estas estadísticas, más perturbador incluso es el fuerte aumento de la violencia entre nuestros jóvenes. Coincidentemente, la hiperactividad y el trastorno por déficit de atención (TDA) están alcanzando proporciones epidémicas. Diversos distritos escolares están reportando que tanto como un diez a veinte por ciento de la población escolar de primaria está tomando regularmente Ritalin (un tipo de anfetamina prescrita por doctores para contrarrestar la hiperactividad y el TDA). El inconveniente del Ritalin (y otras drogas usadas con propósitos similares), es que no solo son potencialmente adictivas y peligrosas, fracasan en llegar a la raíz del problema. Creo que un porcentaje sustancial de los niños propensos a la violencia (al igual que aquellos diagnosticados como hiperactivos o teniendo TDA) están realmente sufriendo por los efectos del trauma irresoluto. Las conductas que exhiben (a las que denominamos trastornos) son a menudo manifestaciones de hiperexcitación e hipervigilancia, ambas de las cuales son síntomas nucleares del trauma.La tácita aceptación de las drogas como la respuesta a esta epidemia es atemorizadora al igual que está desencaminada. Estos así llamados desórdenes no son enfermedades como la neumonía o la diabetes juvenil. ¿Por qué no estamos profundamente turbados por la creación de futuras generaciones de ciudadanos quimiodependientes? ¿Será Ámerica conocida como la "Nación Prozac", incapaz de funcionar sin estimulantes ni antidepresivos? Quizás esta situación ya exista. Cuando vista en el contexto de esta exponencial dependencia química, la declaración de nuestro gobierno "Guerra a las drogas" se antoja divertida a lo sumo. Con una significativa proporción de niños y adultos enganchados a poderosas (legales) sustancias "alteradoras de la mente" (por no mencionar alcohol y drogas ilegales), se nos obliga a hacer la pregunta: ¿qué ha ido mal?La prevaleciente visión psiquiátrica de estos desórdenes es que son "enfermedades biológicas". El tratamiento estándar es farmacológico. Las drogas pueden ciertamente ser un útil componente en el tratamiento de estas afecciones, sin embargo, la prevalente confusión entre inadaptación biológica y "enfermedad cerebral" oscurece el global efecto que los irresolutos estrés y trauma tienen en nuestros organismos.Cuando desbordados por la amenaza, nuestros cuerpos y sistemas nerviosos activan respuestas de supervivencia de preservación de la vida. Si somos incapaces de completar estos innatos "planes de acción", entonces no podemos descargar la vasta cantidad de energía movilizada para hacerlo. Cuando esto ocurre (como Nancy), retenemos en nuestros cuerpos y mentes energía residual no descargada, la cual, a su vez, se manifiesta ella misma como los síntomas del trauma. La mayoría de los síntomas del trauma se encuentran en las descripciones de muchas así llamadas "enfermedades psicosomáticas" y síndromes psiquiátricos. Por qué nosotros los humanos nos hemos vuelto tan vulnerables al trauma es una compleja cuestión que he abordado en profundidad en un reciente libro, Despertando al tigre—sanando el trauma mediante el cuerpo. Lo que quiero enfatizar aquí es no solo que se pueda prevenir mucho sufrimiento oculto, sino que el gasto de millardos de dólares al año (más de cuarenta y cuatro millardos solo en depresión) puede reducirse significativamente.Cuanto más ha durado la activación traumática sin resolverse, mayor dificultad o más consumición de tiempo supondrá resolverla. Mucha gente sabe algo sobre primeros auxilios básicos: cómo detener una hemorragia, qué hacer si alguien se ha quemado o cómo ayudar a víctimas de atragantamiento y cómo hacer RCP. Muy pocos de nosotros sabemos cómo estar presentes y ofrecer el respaldo energético y emocional necesario para asegurar que los eventos estresantes o desbordantes no conduzcan a los debilitantes y crónicos síntomas del trauma. Estas son habilidades que todos debemos desarrollar si pretendemos ser "medrantes" (no víctimas o meramente supervivientes) del trauma. Los "primeros auxilios" del trauma deben ser aplicados también en un nivel social si somos serios sobre contener el creciente tsunami de violencia que amenaza nuestra supervivencia como especie. Si hemos de continuar evolucionando, tenemos primero que aprender a dominar nuestros recursos innatos, aquellos que nos empoderan para ser plenamente humanos.

Medusa

La mitología nos enseña sobre encarar valientemente desafíos. Los mitos son historias que simple y directamente tocan el núcleo de nuestro ser. Nos recuerda sobre nuestros más profundos anhelos y nos revela nuestras fortalezas y recursos ocultos. También hay mapeos de nuestra naturaleza esencial, sendas que nos conectan unos a otros, a la naturaleza y al cosmos. Si les dejamos, pueden conducirnos al hogar. El mito griego de Medusa (la gorgona), captura la esencia misma del trauma y describe su transformación. Es el entrelazamiento de mito y biología ("Mito—biología") el que nos ayudará a resolver el misterio del trauma.En el mito griego, aquellos que miraban directamente a los ojos de Medusa eran rápidamente convertidos en piedra… congelados en el tiempo. Antes de ponerse en camino para vencer a este demonio con pelo de serpientes, Perseo buscó consejo de Atenea. Su recomendación para él era simple; bajo ninguna circunstancia mirar directamente a la gorgona. Tomándose a pecho la recomendación, Perseo usó el escudo de su brazo para reflejar la imagen de Medusa y entonces fue capaz de cortarle la cabeza sin ser convertido en piedra.Si se ha de sanar el trauma, tenemos que aprender a no confrontarlo directamente. Esta puede ser una lección dura de aprender. Si cometemos el error de arrostrar al trauma de frente, entonces Medusa nos hará lo que las Medusas hacen. Fiel a su naturaleza, nos convertirá en piedra. Como las trampas de dedos chinas con las que todos jugamos de pequeños, cuanto más te debatas contra ella, mayor será su aferramiento a nosotros. Hay más sobre este mito:Fuera de la herida de Medusa, dos entidades emergieron. Pegaso, el caballo alado y Crisaor, el guerrero con la espada de oro. El caballo es un símbolo del cuerpo y el conocimiento instintivo; las alas simbolizan transformación. La espada de oro representa penetrante verdad y claridad. Juntos, estos aspectos forman las cualidades arquetípicas y los recursos que un ser humano debe movilizar a fin de sanar el trauma llamado Medusa.El reflejo de Medusa que debemos percibir y al que debemos responder a fin de vencer y transformar sus vastas energías está espejado en nuestras naturalezas instintivas. Una vez en contacto con esta sabiduría primordial, seremos capaces de estar presentes en nuestros propios organismos así como con aquellos de otro. Esta innata sabiduría nos permite no solo dominar el trauma, sino experimentarnos a nosotros mismos y a los demás completamente. Sin ella, la confusión o el exceso de control regirán todas tus relaciones.En otra versión de este mismo mito, Perseo guarda las gotas de sangre de la herida de Medusa en dos frascos. Las de uno de los frascos tienen el poder de matar, el otro, de levantar a los muertos y restaurar la vida. Lo que se revela aquí es la naturaleza dual del trauma: primero, su destructiva habilidad para privar a las víctimas de su plena capacidad para vivir y disfrutar de la vida. Segundo, la paradoja del trauma—su poder para transformar y resucitar. El que el trauma vaya a ser una cruel y castigadora gorgona o un vehículo para ascender a las alturas de la transformación y el dominio depende de cómo lo afrontemos.Al ser nosotros animales humanos, el trauma forma parte de la vida. No tiene, sin embargo, que ser una sentencia de por vida. Es posible aprender de la experiencia animal, y más que deshacerse de nuestros instintos, hacerse con ellos. Con orientación y respaldo, somos capaces de emular al impala y aprender a sacudirnos y temblar nuestro camino de vuelta a la manada. Al ser capaces de aparejar estas primordiales e inteligentes energías instintivas podemos movernos a través del trauma y transformarlo.

Presencia compasiva

Anna, de ocho años, tiene inmensos ojos marrones. Podría haber sido una modelo para alguna de las populares pinturas de Walter Keane de niños de ojos almendrados. La enfermera del colegio acaba de traerla adentro para verme. Pálida, la cabeza colgando en derrota, apenas respirando—es como una cervatilla congelada por los brillantes faros de un coche aproximándose. Su tierna cara está inexpresiva, y su brazo derecho cuelga inertemente, como si estuviera al borde de desprenderse de su hombro.Dos días antes, Anna fue en una salida escolar a la playa. Ella y una docena de sus compañeros de clase estaban retozando en el agua cuando una repentina resaca los barrió velozmente mar adentro. Anna fue rescatada, pero Mary (una de las madres voluntarias para la salida) se ahogó tras salvar valientemente a varios de los niños. Mary había sido como una segunda madre para muchos de los niños del barrio, incluyendo a Anna, y la comunidad entera estaba en shock desde su trágica muerte. Le habíamos pedido a la enfermera que se mantuviera alerta ante niños que presentaran un repentino brote de síntomas (p. ej., malestar, dolores de cabeza y barriga y resfriados). Anna ya había ido a ver a la enfermera tres veces esa mañana, reportando fuerte dolor en sus brazo y hombro derechos.Uno de los errores habitualmente cometidos en los "primeros auxilios del trauma" es tratar de hacer hablar a los niños sobre sus sentimientos inmediatamente después de un evento. Aunque raramente sea sano suprimir los sentimientos, esta práctica puede ser retraumatizante, porque en estos momentos vulnerables los niños (e igualmente los adultos) pueden sentirse fácilmente desbordados. Traumas previos pueden resurgir en la resulta del "desborde", creando una compleja situación que puede involucrar "secretos ocultos", vergüenza inconfesable, sentimientos de culpa, rabia y dolor. Por esta razón, salimos a la búsqueda y aprendimos parte de la historia de Anna de varios cooperativos maestros de educación primaria antes de ver a la niña. La siguiente información fue revelada:A la edad de dos años, Anna estaba presente cuando su padre disparó a su madre en el hombro y luego se quitó su propia vida. Más recientemente, Anna se había enfurecido cuando el hijo de Mary de dieciséis años Robert había acosado a su hermano de doce. Había una gran probabilidad de que Anna albergara mala voluntad hacia Robert y buscara represalias. Esto aumentó la expectativa de que Anna pudiera sentirse profundamente culpable por la muerte de Mary—quizás incluso responsable de ella.Le pido a la enfermera que estreche y sostenga suavemente el brazo lesionado de Anna. Esto ayudará a Anna a contener la "energía de shock" congelada encerrada en su brazo, además de elevar la conciencia interior de la niña. Con esta contención y sostén, como el impala, Anna será capaz de lenta, gradualmente, deshelarse y acceder a los sentimientos y las reacciones que la ayudarán a volver a la vida."¿Cómo se siente estar en el interior de tu brazo, Anna?" Le pregunto dulcemente."Duele tanto" responde lánguidamente. Sus ojos están caídos, y yo digo,"¿Duele mucho, eh?""Sí.""¿Dónde te duele? ¿Puedes mostrármelo con tu dedo?" Ella señala un punto en lo alto de su brazo y dice, "En todas partes, también". Hay un pequeño estremecimiento en su hombro derecho seguido de un ligero suspiro respiratorio. Momentáneamente, su rostro demacrado adquiere un tono rosáceo."Eso está bien, corazón—¿se siente eso un poco mejor?" Ella asiente ligeramente, luego toma otra inspiración. Después de esta ligera relajación, inmediatamente se agarrota, tirando de su brazo protectoramente hacia su cuerpo. Aprovecho el momento."¿Dónde se hizo daño tu mami?" Ella señala el mismo punto en su brazo, y empieza a temblar. Nada más se dice. El temblor se intensifica, luego se mueve hacia abajo por el brazo y hasta su cuello. "Sí, Anna, simplemente deja que esa sacudida ocurra—simplemente como un tazón de gelatina—¿sería roja, o verde, o incluso amarilla brillante? ¿Puedes dejarla sacudirse? ¿Puedes sentirla temblar?""Es amarilla", dice ella, "Como el sol en el cielo". Toma una inspiración casi completa, luego me mira por primera vez. Yo sonrío y asiento. Sus ojos captan los míos por un momento, luego se apartan."¿Cómo se siente tu brazo ahora?""El dolor está bajando a mis dedos". Los dedos de sus manos están temblando suavemente. Le hablo pausada, dulce, rítmicamente."Sabes, Anna corazón… No creo que haya nadie en todo este pueblo que no sienta que de alguna manera fue su culpa que Mary muriera". Me ojea brevemente y yo continúo—"Ahora, por supuesto eso no es verdad… pero así es como todo el mundo se siente… y eso es porque todos ellos la quieren tanto". Ella se vuelve ahora y me mira. Hay una sensación de autoidentificación en su ademán. Con sus ojos ahora fijos en mí, continúo… "A veces, cuanto más queremos a alguien, más pensamos que fue nuestra culpa". Dos lágrimas se derraman lentamente desde los ángulos exteriores de cada ojo antes de apartar lentamente la cabeza de mí."Y a veces si estamos realmente enfadados con alguien cuando algo malo le pasa, entonces también pensamos que pasó porque queríamos que pasara". Anna me mira directamente a los ojos y yo digo, "Y sabes, cuando una cosa mala le pasa a alguien que queremos u odiamos, no pasa por nuestros sentimientos. A veces las cosas malas simplemente pasan… y los sentimientos, sin importar lo grandes que sean, son solo sentimientos". La mirada de Anna es penetrante y agradecida. Yo mismo siento aflorar las lágrimas. Le pregunto si quiere volver a su clase ahora. Ella asiente, nos contempla una vez más a los tres, luego sale por la puerta, sus brazos meneándose libremente.Alex (como varios de los niños que presenciaron la tragedia desde la playa), estaba teniendo problemas para dormir y comer. Su padre nos lo trajo porque el pequeño apenas había comido en los dos últimos días.Según nos sentamos juntos, le pregunto si puede sentir el interior de su barriga. Pone la mano suavemente sobre su tripa y, con un gimoteo, dice "Sí"."¿Cómo se siente ahí dentro?""Está todo apretado como un nudo.""¿Hay algo en el interior de ese nudo?""Sí. Es negro… y rojo… y no me gusta.""Duele, ¿eh?""Sí.""Sabes, Alex, se supone que duela… pero no dolerá para siempre."Al estar el trauma "encerrado" en el cuerpo, es en el cuerpo donde debe ser abordado y sanado. Con el respaldo adecuado, el cuerpo descargará la energía retenida tan seguro como que una corriente fluye hacia el mar. Las palabras se usan como reflejos compasivos, no como explicaciones. No tenemos que ayudarnos unos a otros a "sacar nuestros sentimientos afuera", tenemos que estar compasivamente presentes los unos para los otros. Este tipo de reconocimiento crea el ambiente que permitirá a las sensaciones y los sentimientos congelados fundirse y fluir a su ritmo natural. No fuerces el río.Al sanar el trauma, la "sensación sentida" es el equivalente al escudo de Perseo. A través del reflejo de la noción de nuestro propio cuerpo, podemos dominar los recursos innatos que transforman el trauma. Todo lo que necesitamos espera dentro… tenemos que aprender a ser los héroes de nuestra propia curación… no solo héroes que dicen "no" a ser victimizados y buscar resarcimiento, sino héroes que dicen "sí" a Pegaso, y ascienden a nuevas alturas de libertad evolutiva. Medusa es miedo… el miedo nos convierte en piedra. Es tiempo para los seres humanos de dejar la "Edad de Piedra" atrás. El trauma es algo que todos compartimos. Como la sangre de la herida de Medusa, es un don potencial… un vehículo natural para la transformación personal, social y global.

Conexión

Vivir no en separación—E. M. Forster

El trauma va de conexiones rotas. La conexión está rota con el cuerpo/uno mismo, familia, amigos, comunidad, naturaleza y espíritu, perpetuando la espiral descendente de dislocación traumática. Sanar el trauma va de restaurar estas conexiones.Algunos años atrás, tuve el privilegio de enseñar en el Centro de orientación hopi situado en Second Mesa, Arizona. Enseño mi trabajo usando experiencia personal directa. Inicialmente, me di cuenta de que parecía haber una fuerte resistencia entre los miembros tribales a participar experiencialmente. Sabía que las gentes eran tímidas, y que tienen fuertes tabús culturales relativos a abrirse (especialmente a foráneos). Lo que no sabía era que tienen una visión del mundo tan diferente de la mía que casi se me escapa enteramente.Descubrí que era el uso de "yo" lo que turbaba y quizás incluso confundía a los hopi. Cuando formulé una manifestación experiencial en tercera persona (señalando las necesidades de sanación de otros), la gente participó más libremente. En las culturas angloeuropeas, son las necesidades del ego autónomo las que dominan la percepción. En la cultura hopi, son las necesidades de la comunidad tribal las que son primarias. Los hopi no están solos en esta visión del mundo. En muchas culturas aborígenes, el grupo entero comparte el dolor de un individuo lesionado. Por esta conexión sentida, la curación de una única persona se vuelve naturalmente responsabilidad del grupo entero. Rituales específicos son ejecutados implicando a toda la comunidad. Los hopi dicen que si (el trauma) no es tratado rápido por todo el grupo, entonces sus consecuencias negativas afectarán a la tribu por siete generaciones.En cuanto a curar el trauma, las "limitaciones" que experimenté entre los hopi resultaron ser vitales fortalezas. Me percaté de que la participación de una comunidad entera es un recurso fundamental en el proceso de curar a un individuo traumatizado. ¿Qué ocurre a culturas cuyo único enfoque es el autoprotagonismo y la autonomía? ¿Qué les espera a países compuestos por individuos aislados que tienen poco sentimiento de ser un "pueblo"? Se vuelven, como lo hemos hecho nosotros, particularmente vulnerables a la desconexión que resulta de las experiencias traumáticas. Menciono de nuevo estos hechos: el cuarenta por ciento de los sin hogar de América son veteranos de Vietnam—quizás la mitad de nuestra población está sufriendo de enfermedad mental grave—estamos inmersos en una explosión de violencia entre nuestra juventud que puede resultar en la desintegración de muchas áreas urbanas—nos tornamos exponencialmente dependientes de drogas legales e ilegales en un intento de lidiar con esta situación. Estas alarmantes estadísticas hablan todas, al menos en parte, de nuestra incapacidad como cultura para sanar el trauma.¿Cuánto de nuestro dilema presente es un resultado de nuestra propia libre elección como seres humanos expansivos deseando evolucionar hacia la autonomía, individualidad y tecnología a golpe de pentium? ¿Cuánto es un resultado de la constrictiva espiral descendente de menores y menores elecciones creada por la desconexión traumática? No conozco la respuesta a estas cuestiones "el huevo o la gallina", pero creo que el futuro de la especie humana puede estribar en la unificación de la conexión tribal con la libertad y la autonomía individuales. Nuestra fuerza y adaptabilidad como seres humanos residen en la integración de instinto, emoción y pensamiento racional. Si elegimos abandonar nuestros instintos, limitamos nuestras elecciones evolutivas—nos distanciamos de los recursos innatos necesarios para experimentar nuestra conexión con otros y con el mundo natural. Sin esta conexión estamos eligiendo vivir en un vacío espiritual. Sin esta conexión no podemos curar el trauma—solo podemos construir tenues superestructuras alrededor de él en un débil intento de protegernos de su devastación.Hay mucho que podemos hacer para sanar el trauma y crear una senda hacia la conexión. Como individuos, familias y profesionales, podemos estar presentes para nuestros niños en la resulta de las experiencias potencialmente traumáticas. Accidentes de automóvil, lesiones, enfermedad severa, procedimientos médicos de urgencia y necesarios, violencia, desastres naturales y pérdida (por muerte o separación) no tienen que dejar a los niños congelados. Los niños poseen una innata y vibrante resiliencia que les puede permitir recobrarse de la "angustia" y la lesión. En un artículo de 1994 publicado en la revista Crianza titulado Entendiendo el trauma infantil, y en un próximo libro, No dolerá para siempre, planteo primeros auxilios para el trauma—cómo procurar el apoyo y la orientación necesarios para ayudar a los niños a resolver y prevenir reacciones traumáticas. Es posible para todos nosotros aprender unas pocas simples (compasivas) pautas que se pueden emplear para ayudar a niños (y adultos) a pasar por el intenso miedo a menudo asociado con lesiones y procedimientos médicos. Si esta información se incorporara a nuestro actual modelo médico y paramédico, podría prevenir mucho sufrimiento innecesario y reducir costes sanitarios dramáticamente.En los niveles social y global, el ciclo de guerra, violencia y trauma se repite, escalando entre una cada vez mayor amenaza a la existencia civilizada. La Fundación para el enriquecimiento humano está involucrada en los estados formativos de varios proyectos cuya meta es trabajar con las traumáticas raíces de la violencia (ver Somos todos vecinos: sanando las raíces de la violencia). Al abordar el trauma en bebés y niños, esperamos transformar el ciclo generacional de recreación traumática. Al reunir juntos a padres y criaturas de adversarios tanto recientes como históricos (étnicos, raciales, religiosos, económicos, geográficos, intraurbanos…), puede ser posible restablecer las rotas conexiones que existen entre grupos alienados. Una vez las conexiones se creen, la expectativa de que el perpetuo ciclo de violencia y sufrimiento pueda resolverse será enormemente amplificada. Si alguien puede ayudarnos a sobrellevar los horrores de la violencia y la guerra, son nuestros niños."Dame un punto para apoyar mi palanca", declamó Arquímedes, "y moveré el mundo". Dominados por el conflicto, la destrucción y el trauma, podemos encontrar este fulcro, este punto focal, en la tierna, física, rítmica pulsación entre una madre y su cría. Cuando la conexión primaria es fuerte y vital, el mundo exterior se convierte en un lugar menos hostil, más hospitalario. Cuando la conexión rota entre cuerpo, mente y espíritu se restaura, cuando las cortadas ligaduras entre la gente y la naturaleza se han cosido, podemos empezar, como especie, a sentirnos en casa en este bello planeta Tierra.

Doctor Peter Levine, 1996.



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