EL ARTE DE LA GUERRA

«La guerra es una contienda moral que se gana en los templos antes que en los campos de batalla.»

Junto con el libro de las mutaciones o I King (Considerado el libro más antiguo de la Humanidad) es el libro tradicional chino por excelencia. Más allá de tratar sobre la guerra, es aplicable a infinidad de asuntos, como la diplomacia, los negocios o la vida misma. Plagado de filosofía, lógica y pragmatismo ha influido e influye en toda la cultura oriental y a través de grandes pensadores occidentales, también en la occidental. Es una genialidad en la que la psicología, la antropología, la logística, la voluntad y el análisis conviven perfecta y llanamente. Especialmente relevante hoy en día ya que, al parecer, estamos en guerra en todos los frentes.

Opinión personal: el autor fue una figura real de los albores del primer milenio a. C., que coordinó a los pequeños principados (Shu, Tong, Ying, Lu, Liu…) de la hoy provincia de Anhui y aguantaron contra todo pronóstico.

Traducido por mí a partir de la traducción al inglés, en 1910, de Lionel Giles.


Índice


1.- Planes de preparación.
2.- Haciendo la guerra.
3.- Ataque por treta.
4.- Preceptos tácticos.
5.- Potencia.
6.- Puntos flacos y fuertes.
7.- Maniobrando.
8.- Variantes tácticas.
9.- El ejército en marcha.
10.- Terreno.
11.- Las nueve situaciones.
12.- El ataque por fuego.
13.- El uso de espías.
Apéndice.



1. PLANES DE PREPARACIÓN

Sun Tzu dijo: El arte de la guerra es de vital importancia para el estado. Es una cuestión de vida y muerte, una vía hacia la seguridad o la ruina. De ahí que sea un tema de investigación que no puede ser rechazado de ninguna manera.
El arte de la guerra, entonces, es gobernado por cinco factores inmutables, a tener en cuenta en las propias deliberaciones, cuando se persigue determinar la consecución de circunstancias en el terreno.
Estos son: Los principios morales; El cielo (La atmósfera. N. del T.); La Tierra; El comandante; El método y la disciplina.
Los principios morales provocan la completa sintonía del pueblo con su dirigente, así es que le seguirán sin preocuparse por sus vidas, sin desfallecer ante ningún peligro.
El cielo expresa noche y día, frío y calor, instantes y estaciones.
La Tierra comprende distancias, grandes y pequeñas; peligro y seguridad; campo abierto y pasos estrechos; las opciones de vida y muerte.
El comandante se sostiene por las virtudes de la sabiduría, sinceridad, benevolencia, valentía y rigurosidad.
Con método y disciplina se debe entender la ordenación del ejército en sus adecuadas subdivisiones, las graduaciones de rango entre los oficiales, el mantenimiento de vías por las que los suministros puedan llegar al ejército, y el control del gasto militar.
Estas cinco directrices deben resultar familiares para todo general: El que las conozca saldrá victorioso; el que no las conozca fracasará.
Por lo tanto, en tus deliberaciones, cuando persigas determinar las circunstancias militares, deja que generen la base de una comparación, en referencia a: ¿Cuál de los dos contrincantes está imbuido de los principios morales? ¿Cuál de los dos generales es el más capacitado? ¿Sobre quién recaen las ventajas derivadas del cielo y la Tierra? ¿En qué bando se aplica más rigurosamente la disciplina? ¿Qué ejército es más fuerte? ¿En qué bando están mejor entrenados los oficiales y hombres? ¿En qué ejército se da la mayor regularidad de ambos recompensa y castigo?
Mediante estas siete consideraciones puedo predecir victoria o derrota.
El general que atiende a mi consejo y actúa en consecuencia, conquistará: ¡Deja a semejante individuo que se mantenga en el mando! El general que no atiende a mi consejo ni actúa según él, sufrirá derrota: ¡Deja a semejante individuo relegado!
Mientras gestionas el beneficio de mi consejo, aprovéchate también de cualesquiera circunstancias útiles más allá de las reglas ordinarias.
Según cómo sean de favorables las circunstancias, uno debe modificar sus planes.
Todo el arte de la guerra está basado en el engaño.
Por lo tanto, cuando se puede atacar, tenemos que parecer incapaces; cuando usamos nuestras fuerzas, tenemos que parecer inactivos; cuando estamos cerca, tenemos que hacer creer al enemigo que estamos en la lejanía; cuando alejados, tenemos que hacerle creer que estamos al lado.
Lanza señuelos para atraer al enemigo. Finge confusión y aplástalo.
Si está asegurado en todos los frentes, disponte para él. Si sus fuerzas son superiores, evítalo.
Si el temperamento de tu oponente es colérico, persigue irritarle. Simula ser débil, que pueda crecer su arrogancia.
Si se está tomando un respiro, no le des descanso. Si sus fuerzas están unidas, sepáralas.
Atácalo donde no está preparado, aparece donde no se te espera.
Estas estratagemas militares, para que conduzcan a la victoria, no deben revelarse de antemano.
Ahora bien, el general que gana una batalla hace muchos cálculos en su templo antes del fragor de la batalla. El general que pierde una batalla no hace sino pocos cálculos de antemano. De modo que hacer muchos cálculos conduce a la victoria, y pocos a la derrota: ¡Por cuánto más nada de calcular! Es en atención a este punto que puedo prever quién promete para ganar o perder.



2. HACIENDO LA GUERRA

Sun Tzu dijo: En las operaciones militares, allá donde haya un millar de carros de guerra veloces, otros tantos carros pesados, y cien mil soldados con cota de malla, con provisiones suficientes para llevarlos a mil lis (Medida de longitud china. Cada li equivale a medio kilómetro. N. del T.), el desembolso en casa y en el frente, incluyendo el entretenimiento de huestes, pequeños artículos como pegamento y pintura, y las sumas gastadas en carros y armaduras, ascenderá a un total de mil onzas de plata al día. Este es el coste de reclutar un ejército de cien mil hombres.
Cuando te enzarzas en enfrentamientos reales, si la victoria tarda en llegar, entonces las armas de los hombres se aturdirán y su fervor quedará sofocado. Si sitias una ciudad, agotarás tu fuerza. Además, si la campaña es prolongada, los recursos del estado no estarán a la altura de la presión.
Ahora bien, cuando las armas están aturdidas, tu fervor sofocado, tu fuerza agotada y tu tesoro gastado, otros caciques se alzarán para tomar ventaja de tu crisis. Entonces ningún hombre, por muy sabio que sea, será capaz de evitar las consecuencias que tienen que suceder.
Así, aunque hemos oído de prisas estúpidas en la guerra, la inteligencia nunca se ha visto asociada a largos retrasos.
No hay referencia de ningún país que se haya beneficiado de guerras prolongadas. Solo alguien que llega a conocer a fondo los males de la guerra puede entender en profundidad la forma provechosa de continuarla.
El soldado habilidoso no impone un segundo gravamen, tampoco sus vagones de suministros son cargados más de una vez.
Lleva contigo material de guerra desde casa, pero saquea al enemigo. Así el ejército tendrá víveres suficientes para cubrir sus necesidades.
La pobreza del erario del estado provoca que un ejército tenga que ser mantenido por contribuciones desde la distancia. Contribuir a mantener un ejército a distancia causa el empobrecimiento del pueblo.
Por otra parte, la proximidad de un ejército provoca aumento de precios; y altos precios provocan que la riqueza del pueblo merme.
Cuando la riqueza haya mermado, el paisanaje será afligido por duros impuestos.
Con esta pérdida de riqueza y agotamiento de fuerza, los hogares de la gente estarán despojados hasta la desnudez, y tres décimas partes de sus rentas se disiparán; mientras los costes del gobierno por carros rotos, caballos agotados, corazas y cascos, arcos y flechas, lanzas y escudos, mantos protectores, tiros de bueyes y vagones pesados, acapararán hasta cuatro décimas partes del total de las rentas públicas.
De modo que un general sabio da importancia a saquear al enemigo. Una caravana de provisiones del enemigo equivale a veinte propias, asimismo un solo pico de su proveedor equivale a veinte del propio almacén.
Ahora bien, para matar al enemigo, hay que elevar a nuestros hombres hasta la ira; que ahí puede haber ventaja por derrotar al enemigo, tienen que tener sus recompensas.
Por eso en las peleas de carros, cuando se han tomado diez o más carros, tiene que ser recompensado el que tomó el primero. Nuestras banderas deben sustituir a las del enemigo, y sus carros mezclarse y usarse en conjunción con los nuestros. Los soldados capturados deben ser tratados y retenidos amablemente.
Esto se llama, usar al adversario conquistado para aumentar la propia fuerza de uno.
En la guerra, entonces, deja que tu gran objetivo sea la victoria, no campañas alargadas.
Así que debe saberse que el líder de ejércitos es el árbitro del destino del pueblo, el hombre del que depende que la nación esté en paz o en peligro.



3. ATAQUE POR TRETA

Sun Tzu dijo: En la práctica del arte de la guerra, lo mejor de todo es tomar el país del enemigo entero e intacto; no es muy bueno aniquilar y destruir. En consecuencia, también es mejor aprisionar un ejército al completo que destruirlo, capturar un regimiento, un destacamento o una compañía al completo que destruirlos.
De forma que luchar y conquistar en todas tus batallas no es la excelencia suprema; la excelencia suprema consiste en romper la resistencia del enemigo sin luchar.
De modo que la más alta forma de generalato es obstaculizar los planes del enemigo; lo siguiente mejor es prevenir el agrupamiento de las fuerzas enemigas; lo siguiente en la escala es atacar al enemigo en el campo; y la peor política de todas es sitiar ciudades amuralladas.
La norma es, no sitiar ciudades amuralladas si es posible evitarlo. La disposición de mantillas, refugios portátiles, y diversos instrumentos de guerra, llevará tres meses enteros; y el apilamiento de montículos contra los muros llevará otros tres meses más.
El general, incapaz de controlar su irritación, lanzará a sus hombres al asalto como un hervidero de hormigas, con un tercio de sus hombres abatidos como resultado, mientras la ciudad permanece todavía sin tomar. Tales son los efectos desastrosos de un asedio.
Por tanto el líder habilidoso subyuga las tropas enemigas sin ninguna lucha; apresa sus ciudades sin sitiarlas; derroca su reino sin operaciones alargadas en el campo.
Con sus fuerzas intactas disputará la maestría del imperio, y así, sin perder un hombre, su triunfo será completo. Este es el método de atacar por treta.
Es la norma en guerra, que si nuestras fuerzas son diez a uno con las del enemigo, rodearlo; si cinco a uno, atacarlo; si el doble de numerosas, dividir nuestro ejército en dos.
En igualdad de condiciones, podemos ofrecer batalla; si ligeramente inferiores en número, podemos evitar al enemigo; si muy desiguales en todos los aspectos, podemos huir de él.
Por consiguiente, aunque una pequeña fuerza puede realizar una lucha obstinada, al final siempre será capturada por la fuerza mayor.
Ahora bien, el general es el baluarte del estado; si el baluarte es completo en todos sus puntos, el estado será fuerte; si el baluarte es defectuoso, el estado será débil.
Existen tres vías en las que un dirigente puede acarrear desgracia sobre su ejército. Ordenando avanzar o retirarse al ejército, ignorando el hecho de que no puede obedecer. Esto se llama trabar el ejército. Intentando gobernar un ejército tal y como administra un reino, ignorando las condiciones a obtener en un ejército. Esto causa inquietud en las mentes de los soldados. Empleando a los oficiales de su ejército sin discernimiento, por ignorancia de los principios militares de adaptación a las circunstancias. Esto sacude la confianza de los soldados.
Pero cuando el ejército es inquieto y desconfiado, es seguro que vendrán problemas de los otros príncipes feudales. Esto es sencillamente instaurar anarquía en el ejército, y tirar la victoria.
Así que debemos saber que hay cinco puntos esenciales para la victoria: Ganará el que sepa cuándo luchar y cuándo no hacerlo. Ganará el que sepa cómo manejar tanto fuerzas superiores como inferiores. Ganará el que cuyo ejército esté animado por el mismo espíritu a lo largo de todos los rangos. Ganará el que, habiéndose preparado, espere a tomar al enemigo indispuesto. Ganará el que tenga capacidad militar y no sea interferida por el soberano.
De ahí el dicho: Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no tienes que temer el resultado de cien batallas. Si te conoces a ti mismo pero no al enemigo, por cada victoria lograda sufrirás también una derrota. Si no conoces ni al enemigo ni a ti mismo, sucumbirás en cada batalla.



4. PRECEPTOS TÁCTICOS

Sun Tzu dijo: Los buenos combatientes de la antigüedad primero se situaron en posición de imposibilidad de derrota, y entonces esperaron una oportunidad para derrotar al enemigo.
El asegurarnos contra la derrota está en nuestras manos, pero la oportunidad de derrotar al enemigo la proporciona el propio enemigo.
De modo que el buen combatiente es capaz de asegurarse contra la derrota, pero no puede tener certeza de derrotar al enemigo.
De ahí el dicho: Un hombre sabe cómo conquistar sin ser capaz de hacerlo.
La seguridad contra la derrota implica tácticas defensivas; la habilidad para derrotar al enemigo significa pasar a la ofensiva.
Estar a la defensiva indica fuerza insuficiente; atacar, un excedente de fuerza.
El general que es hábil para la defensa se oculta en los más secretos escondrijos de la Tierra; el que es hábil para el ataque cae como un rayo desde las más altas alturas del cielo. Así es que tenemos en una mano la capacidad de protegernos; en la otra, una victoria que es completa.
Ver la victoria solo cuando está al alcance del entendimiento del vulgo común no es el summum de la excelencia.
Tampoco es el summum de la excelencia si luchas y conquistas y todo el imperio dice: ¡Bien hecho!
Levantar un pelo de otoño (Pelaje equino estival corto y fino mudado en esa época. N. del T.) no es muestra de gran fuerza; ver el Sol y la Luna no es signo de vista aguda; oír el ruido del trueno no es signo de oído diestro.
Lo que los antiguos llamaban un luchador inteligente es el que no solo gana, sino que destaca por ganar con facilidad.
Por tanto sus victorias no le reportan ni reputación de sabiduría ni crédito de coraje.
Gana sus batallas gracias a no cometer errores. No cometer errores es lo que establece la certeza de victoria, ya que significa conquistar a un enemigo que ya está derrotado.
Por tanto el luchador habilidoso se sitúa en una posición que hace imposible la derrota, y no pierde el momento de derrotar al enemigo.
Así es que en la guerra el estratega victorioso solo persigue la batalla después de alcanzar la victoria, mientras que el que está destinado a perder primero lucha y luego busca la victoria.
El líder consumado cultiva los principios morales, y se adhiere estrictamente a método y disciplina; así está en su mano controlar el éxito.
Con respecto al método militar, tenemos, primeramente, medida; en segundo lugar, estimación de cantidad; en tercer lugar, cálculo; en cuarto lugar, balance de oportunidades; por último, victoria.
La medida debe su existencia a la Tierra; La estimación de cantidad a la medida; El cálculo a la estimación de cantidad; El balance de oportunidades al cálculo; Y la victoria al balance de oportunidades.
Un ejército victorioso frente a uno aniquilado, es equiparable al peso de una libra comparado con un solo grano.
La avalancha de una fuerza conquistadora es como la irrupción de aguas embalsadas en un abismo de un millar de brazas de profundidad.



5. POTENCIA

Sun Tzu dijo: El control de una fuerza enorme tiene el mismo principio que el control de unos pocos hombres: es meramente una cuestión de repartirlos en grupos.
Luchar con un gran ejército bajo tu mando no se diferencia en nada a luchar con uno pequeño: es meramente una cuestión de establecer signos y señales.
Para asegurar que toda tu multitud pueda soportar el sufrimiento del ataque enemigo y permanecer impasible, esto se efectúa por maniobras directas e indirectas.
Que el impacto de tu ejército pueda ser como una muela (Piedra de moler. N. del T.) estrellada contra un huevo, esto se efectúa por la ciencia de puntos flacos y fuertes.
En toda lucha, el método directo puede usarse para tomar parte en la batalla, pero los métodos indirectos serán necesarios para asegurar la victoria.
Las tácticas indirectas, aplicadas eficientemente, son inagotables como cielo y Tierra, interminables como el flujo de ríos y corrientes; como el Sol y la Luna, se terminan solo para empezar de nuevo; como las estaciones, fallecen para retornar una vez más.
No son más que cinco notas musicales, sin embargo las combinaciones de estas cinco dan lugar a más melodías que las que se puedan escuchar jamás.
No hay más que cinco colores primarios (azul, amarillo, rojo, blanco y negro), pero al combinarlos producen más tonos que los que puedan ser vistos jamás.
No hay más que cinco sabores fundamentales (agrio, acre, salado, dulce, amargo), pero sus combinaciones dan más sabores que los que puedan degustarse jamás.
En batalla, no hay más que dos métodos de ataque, el directo y el indirecto; pero estos dos en combinación dan lugar a una serie interminable de maniobras.
El directo y el indirecto lideran uno al otro por turno. Es como moverse en círculo, nunca llegas a un final. ¿Quién puede agotar las posibilidades de su combinación?
La puesta a punto de tropas es como el torrente de una riada que incluso arrastra rocas a lo largo de su curso.
La calidad de decisión es como el abatimiento a tiempo de un halcón, que le impide alcanzar y destruir a su víctima.
Por tanto el buen combatiente será temible en su puesta a punto, y presto en su decisión.
La potencia puede semejarse al arqueo de una ballesta; la decisión, a liberar el disparador.
Entre la confusión y el tumulto de la batalla, puede parecer que hay desorden y sin embargo no haber nada de auténtico desorden; Entre el desconcierto y el caos, tu formación puede perder la cabeza o la cola, pero será a prueba de derrota.
El desorden simulado postula perfecta disciplina, el miedo simulado postula valentía; la debilidad simulada postula fuerza.
Esconder orden tras el manto del desorden es simplemente una cuestión de subdivisión; camuflar valentía bajo una fachada de apocamiento presupone un trasfondo de potencia latente; es maquillar la fuerza con debilidad lo que se efectúa con los arreglos tácticos.
Así el habilidoso en mantener al enemigo en danza conserva apariencias engañosas, de acuerdo con las cuales el enemigo actuará. Sacrifica algo, que el enemigo pueda tratar de arrebatarle.
Tendiendo señuelos, lo mantiene en marcha; entonces con un cuerpo de hombres escogidos de confianza lo espera.
El combatiente inteligente recurre al efecto de potencias combinadas, y no requiere mucho de las individuales. De ahí su habilidad para escoger a los hombres adecuados y utilizar potencias combinadas.
Cuando utiliza potencias combinadas, sus guerreros se transforman como en maderos o cantos rodados. Pues es la naturaleza del leño o el pedrusco permanecer inmóvil en terreno llano, y moverse cuando en una ladera; si es anguloso, a pararse, pero si es redondeado, a irse rodando hacia abajo.
Así la potencia desarrollada por buenos guerreros es como el ímpetu de un canto rodado arrojado por una montaña de miles de pies de altura. Hasta aquí lo concerniente a la potencia.



6. PUNTOS FLACOS Y FUERTES

Sun Tzu dijo: El que llegue primero al campo de batalla y aguarde la llegada del enemigo, estará fresco para la lucha; El que llegue segundo al campo de batalla y tenga que apresurarse para batallar llegará exhausto.
Por tanto el combatiente inteligente impone su voluntad al enemigo, pero no permite que la voluntad del enemigo le sea impuesta.
Presentándole ventajas, puede hacer que el enemigo se aproxime por propia voluntad; o, infligiendo daños, puede hacer al enemigo imposible acercarse.
Si el enemigo se está tomando un respiro, lo puede hostigar; si está bien abastecido con víveres, lo puede privar de ellos; si ha acampado tranquilamente, lo puede forzar a desplazarse.
Aparece en sitios que el enemigo tenga que apresurarse a defender; marcha raudo a lugares donde no se te espera.
Un ejército puede marchar grandes distancias sin peligro, si marcha a través de una región donde no está el enemigo.
Puedes estar seguro de éxito en tus ataques si solo atacas lugares que no están defendidos. Puedes asegurar la integridad de tu defensa si solo tomas posiciones que no pueden ser atacadas.
Por lo tanto es habilidoso en el ataque el general cuyo oponente no sabe qué defender; y es habilidoso en la defensa aquel cuyo oponente no sabe qué atacar.
¡Oh arte divino de la perspicacia y el secretismo! A través de ti aprendemos a ser invisibles, a través de ti inaudibles; y así podemos tener el destino del enemigo en nuestras manos.
Puedes avanzar y ser absolutamente impenetrable, si te diriges hacia los puntos flacos del enemigo; puedes retirarte y estar a salvo de la persecución si tus movimientos son más veloces que los del enemigo.
Si deseamos luchar, el enemigo puede ser forzado a una confrontación aunque esté acantonado detrás de un alto talud y una profunda zanja. Todo lo que tenemos que hacer es atacar algún otro lugar que él esté obligado a liberar.
Si no deseamos luchar, podemos prevenir la confrontación con el enemigo aunque las líneas de nuestro campamento estén meramente trazadas en el terreno. Todo lo que tenemos que hacer es dejar algo extravagante e incomprensible en su camino.
Descubriendo las disposiciones del enemigo y permaneciendo nosotros invisibles, podemos mantener nuestras fuerzas concentradas, mientras el enemigo tiene que dividirse.
Podemos formar un único cuerpo unido, mientras el enemigo tiene que escindirse en facciones. Así que habrá todo un posicionamiento contra partes separadas de un todo, lo que quiere decir que seremos muchos para pocos del enemigo.
Si somos capaces así de atacar a una fuerza inferior con una superior, nuestro oponente estará en graves apuros.
El sitio donde pretendemos luchar no puede ser revelado; para que el enemigo tenga que prepararse contra un posible ataque en muchos puntos diferentes; y sus fuerzas queden así dispersas en muchos lugares, el número contra el que luchar en un punto dado será pequeño en proporción.
Pues si el enemigo debiera fortalecer su vanguardia, debilitará su retaguardia; si debiera fortalecer su retaguardia, debilitará su vanguardia; si debiera fortalecer su izquierda, debilitará su derecha; si debiera fortalecer su derecha, debilitará su izquierda. Si envía refuerzos a todas partes, será débil en todas partes.
La debilidad numérica procede de tener que prepararse contra posibles ataques; la fortaleza numérica, de convencer a nuestro adversario para hacer estas preparaciones en nuestra contra.
Sabiendo el lugar y el momento del advenimiento de la batalla, podemos agruparnos desde las mayores distancias para luchar.
Pero si no se conocen ni el momento ni el lugar, entonces el flanco izquierdo será impotente para socorrer al derecho, la vanguardia incapaz de liberar a la retaguardia, o la retaguardia de apoyar a la vanguardia. ¡Tanto más cuando las porciones más alejadas del ejército estén hasta a cien lis, e incluso las más cercanas estén separadas por muchos lis!
Aunque de acuerdo con mi estimación los soldados de Yue (Actual provincia de Zhejiang. N. del T.) superan a los nuestros en número, eso no les supondrá ninguna ventaja para obtener la victoria. Digo entonces que se puede conseguir la victoria.
Aunque el enemigo sea más fuerte en números, podemos disuadirlo de atacar. Intriga para descubrir sus planes y sus probabilidades de éxito.
Provócalo, y estudia el origen de su actividad o inactividad. Fuérzalo a revelarse, para encontrar sus sitios vulnerables.
Compara cuidadosamente al ejército contrario con el propio, de forma que puedas saber dónde hay un excedente de fuerza y dónde es carente.
Al generar preceptos tácticos, el punto culminante que puedes alcanzar es ocultarlos; oculta tus preceptos, y estarás a salvo del entrometimiento de los espías más sutiles, de las maquinaciones de los cerebros más sabios.
Cómo puede la victoria producirse por ellos al margen de las propias tácticas del enemigo: esto es lo que la muchedumbre no puede comprender.
Todo hombre puede ver las tácticas por las cuales conquisto, pero lo que ninguno puede ver es la estrategia a partir de la cual se desarrolla la victoria.
No repitas las tácticas que te hayan proporcionado una victoria, sino deja que tus métodos sean regulados por la infinita variedad de circunstancias.
Las tácticas militares son como el agua; pues el agua en su curso natural corre desde lugares altos y acelera hacia abajo.
Así que en la guerra, el camino es evitar lo que es fuerte y atacar lo que es débil.
El agua sigue su curso dependiendo de la naturaleza del terreno sobre el que fluye; el soldado persigue su victoria en relación al adversario que está encarando.
Por tanto, al igual que el agua no tiene una forma definida, en la guerra no hay circunstancias permanentes.
Al que puede modificar sus tácticas en relación a su oponente y de esta forma tener éxito en vencer, puede llamársele capitán nacido del cielo.
Los cinco elementos (agua, fuego, madera, metal, tierra) no son siempre igualmente predominantes; las cuatro estaciones dejan paso unas a otras por turno; hay días cortos y largos; la Luna tiene sus periodos menguantes y crecientes.



7. MANIOBRANDO

Sun Tzu dijo: En guerra, el general recibe sus órdenes del soberano.
Habiendo reclutado un ejército y agrupado sus fuerzas, tiene que combinar y armonizar los distintos elementos del mismo antes de montar su campamento.
Después de eso, vienen las maniobras tácticas, a las que nada supera en dificultad. La complicación de las maniobras tácticas estriba en transformar lo enrevesado en lo directo, y la desgracia en triunfo.
De este modo, tomar una ruta larga y sinuosa, después de atraer al enemigo fuera del camino, y a pesar de partir después que él, lograr alcanzar la meta antes que él, muestra conocimiento del artificio de la desviación.
Maniobrar con un ejército es ventajoso; con una muchedumbre indisciplinada, de lo más peligroso.
Si pones en marcha a un ejército completamente equipado para tomar ventaja, el riesgo es que llegarás demasiado tarde. Por otro lado, separar una columna ligera para el propósito implica el sacrificio de su equipaje y provisiones.
De este modo, si ordenas a tus hombres enrollar sus abrigos de gamuza, y hacer marchas forzadas sin altos día y noche, cubriendo el doble de la distancia normal sin parar, haciendo un centenar de lis para tomar ventaja, los líderes de todas tus tres divisiones caerán en manos del enemigo.
Los hombres más fuertes estarán en el frente, los jadeantes caerán atrás, y con este planteamiento solo una décima parte de tu ejército llegará a su destino.
Si marchas cincuenta lis para ser mejor estratega que el enemigo, perderás al líder de tu primera división, y solo la mitad de tus fuerzas llegarán a la meta.
Si marchas treinta lis con el mismo objetivo, dos tercios de tu ejército llegarán.
Podemos tomar entonces por válido que un ejército sin su tren de equipajes está perdido; sin provisiones está perdido; sin bases de suministro está perdido.
No podemos establecer alianzas hasta que estemos al tanto de los propósitos de nuestros vecinos.
No estamos cualificados para liderar un ejército marchando a no ser que estemos familiarizados con el relieve de la región, sus montañas y bosques, sus escollos y precipicios, sus marismas y pantanos.
No podremos contar con la ventaja natural a no ser que hagamos uso de guías locales.
En guerra, practica el disimulo, y tendrás éxito.
El agrupar o dividir tus tropas, tiene que decidirse según circunstancias.
Deja que tu rapidez sea la del viento, tu espesura la del bosque.
Asaltando y saqueando sé como el fuego, es inmutable como una montaña.
Deja que tus planes sean oscuros e impenetrables como la noche, y cuando te muevas, cae como un relámpago.
Cuando saqueas una campiña, deja que el expolio se divida entre tus hombres; cuando conquistas un nuevo territorio, fractúralo en parcelas a beneficio de la soldada.
Pondera y delibera antes de hacer un movimiento.
Conquistará el que haya aprendido el artificio de la desviación. Tal es el arte de maniobrar.
El manual del ejército dice: En el campo de batalla, la palabra hablada no llega suficientemente lejos: de ahí la implantación de gongs y tambores. Tampoco los objetos ordinarios pueden verse con suficiente claridad: de ahí la implantación de estandartes y banderas.
Gongs y tambores, estandartes y banderas, son medios a través de los cuales los oídos y ojos de la multitud pueden fijarse en un punto concreto.
La multitud forma de este modo un único cuerpo unido, es imposible hasta para el valiente avanzar en solitario, o para el cobarde retirarse en solitario. Este es el arte de manejar enormes masas de hombres.
En la lucha nocturna, entonces, haz mucho uso de señales de fuego y tambores, y al luchar de día, de banderas y estandartes, como medios para influir en los oídos y ojos de tu ejército.
Se le puede arrebatar su espíritu a un ejército completo; se le puede arrebatar a un comandante en jefe su presencia de ánimo.
Ahora bien, el espíritu del soldado es más entusiasta por la mañana; al mediodía ha empezado a decaer; y al atardecer, su mente solo piensa en retornar al campamento.
Un general inteligente, así, evita a un ejército cuando su espíritu es entusiasta, pero lo ataca cuando es lento y se inclina por retornar. Este es el arte de estudiar los humores.
Disciplinado y en calma, aguardar la aparición de desorden y barullo de entre el enemigo: Este es el arte de retener las propias posesiones.
Estar cerca de la meta mientras el enemigo sigue lejos de ella, esperar con tranquilidad mientras el enemigo está esforzándose y asfixiándose, estar bien alimentado mientras el enemigo está famélico: Este es el arte de conservar la fuerza de uno.
Abstenerse de interceptar a un enemigo cuyos estandartes están en perfecto orden, abstenerse de atacar a un ejército detenido en calma y en despliegue confiado: Este es el arte de estudiar las circunstancias.
Es un axioma militar no avanzar cuesta arriba contra el enemigo, ni oponerse a él cuando viene cuesta abajo.
No persigas a un enemigo que simula huida; no ataques a soldados cuyo temperamento sea entusiasta.
No muerdas el anzuelo ofrecido por el enemigo. No interfieras con un ejército que vuelve a casa.
Cuando rodees a un ejército, deja libre una vía de escape. No presiones con demasiada dureza a un contendiente desesperado.
Tal es el arte de las acciones de guerra.



8. VARIANTES TÁCTICAS

Sun Tzu dijo: En guerra, el general recibe sus órdenes del soberano, recluta su ejército y agrupa sus fuerzas.
Cuando en región complicada, no acampes. En región en la que las vías principales convergen, únete a tus aliados. No te entretengas en posiciones peligrosamente aisladas. En situaciones de asedio, tienes que recurrir a la estratagema. En posición desesperada, tienes que luchar.
Hay caminos que no deben seguirse, ejércitos que no deben atacarse, ciudades que deben sitiarse, posiciones que no deben disputarse, órdenes del soberano que no deben obedecerse.
El general que entiende profundamente las ventajas que acompañan a la variación de tácticas sabe como manejar sus tropas.
El general que no las entiende, puede estar muy al tanto de la configuración de la región, pero no será capaz de sacar provecho práctico de su conocimiento.
Así que, el estudioso de la guerra que no esté versado en el arte de la guerra de variar sus planes, aunque esté familiarizado con las cinco ventajas, fracasará en hacer el mejor uso de sus hombres.
Por lo tanto en los planes del líder sabio, las consideraciones de ventaja y de desventaja estarán entremezcladas.
Si nuestras expectativas de ventaja son atemperadas en este camino, podemos tener éxito en lograr la parte esencial de nuestros ardides.
Si, por otra parte, en medio de las dificultades estamos siempre preparados para aprovechar una ventaja, podemos zafarnos de la desgracia.
Reduce a los jefes hostiles infligiéndoles daño; y cáusales problemas, y mantenlos constantemente ocupados; tiende encantamientos engañosos, y hazles apresurarse hacia cualquier punto dado.
El arte de la guerra enseña a contar no con la conveniencia de que el enemigo no venga, sino con nuestra presteza para recibirlo; no con la posibilidad de que no ataque, pero más bien con el hecho de haber convertido nuestra posición en inexpugnable.
Existen cinco faltas peligrosas que pueden afectar a un general: Imprudencia temeraria, que conduce a la destrucción; cobardía, que conduce a la captura; un temperamento precipitado, que puede ser provocado con insultos; honor cuestionable que es sensible a la vergüenza; ser demasiado solícito con sus hombres, que le expone a la preocupación y el apuro.
Estos son los cinco pecados acuciantes de un general, ruinosos para la conducción de la guerra.
Cuando un ejército sea derrocado y su líder eliminado, la causa se encontrará seguro entre estas cinco peligrosas faltas. Deja que sean objeto de meditación.



9. EL EJÉRCITO EN MARCHA

Sun Tzu dijo: Llegamos ahora a la cuestión de instalar al ejército, y observar señales del enemigo. Pasa rápido por las montañas, y cobíjate en la vecindad de los valles.
Acampa en lugares elevados, de cara al Sol. No trepes a las alturas para luchar. Hasta aquí las acciones de guerra en la montaña.
Después de cruzar un río, debes apartarte bien lejos de él.
Cuando una fuerza invasora cruza un río en su marcha frontal, no avances para encontrártela en medio de la corriente. Será mejor permitir que medio ejército lo cruce, y luego repartas tu ataque.
Si estás ansioso por luchar, no debes salir al encuentro del invasor cerca de un río que tenga que cruzar.
Amarra tu navío por encima del enemigo, y de cara al Sol. No vayas corriente arriba para encontrar al enemigo. Hasta aquí la práctica fluvial de la guerra.
Al cruzar marismas salinas, tu única preocupación debe ser salvarlas rápidamente, sin ningún retraso.
Si eres forzado a luchar en marismas salinas, debes tener agua y hierba cerca de ti, y orientar tu retaguardia a un grupo de árboles. Hasta aquí las operaciones en marismas salinas.
En región llana, seca, toma una posición de fácil acceso con terreno elevado a tu derecha y en la trasera, de forma que el peligro pueda venir de frente, y la seguridad descanse detrás. Hasta aquí el acampar en región plana.
Estas son las cuatro ramas útiles del conocimiento militar que impidieron al Emperador Amarillo (Huang Di, legendario primer emperador de China. N. del T.) vencer a cuatro diversos soberanos.
Todos los ejércitos prefieren terrenos elevados a bajos y lugares soleados a oscuridad.
Si cuidas de tus hombres, y acampas en terreno sólido, el ejército estará libre de enfermedades de todo tipo, y esto augurará victoria.
Cuando llegas a una colina o un montículo, ocupa el lado soleado, con la pendiente en tu trasera derecha. Así al mismo tiempo actuarás en beneficio de tus soldados y utilizarás las ventajas naturales del terreno.
Cuando, a consecuencia de fuertes lluvias en el interior del país, un río que quieres vadear está crecido y salpicado con espuma, tienes que esperar hasta que remita.
Una región en la que hay precipicios escarpados con corrientes corriendo entre ellos, con profundas hondonadas naturales, recovecos confinados, matorrales frondosos, lodazales y grietas, debe ser abandonada a toda velocidad y no abordada.
Mientras nos mantenemos al margen de tales lugares, debemos incitar al enemigo a abordarlos; mientras los encaramos, debemos dejar al enemigo tenerlos en su retaguardia.
Si en la vecindad de tu campamento debe haber cualquier región accidentada, lagunas rodeadas de hierba acuática, cuencas hundidas repletas de juncos o bosques con espesa maleza, tiene que buscarse cuidadosamente una vía de escape y tienen que rastrearse; pues estos son los lugares donde es probable que hombres emboscados o espías insidiosos estén al acecho.
Cuando el enemigo está al alcance de la mano y se mantiene tranquilo, está confiando en la fortaleza natural de su posición.
Cuando se mantiene a distancia e intenta provocar una batalla, está ansioso por que el otro bando avance.
Si su lugar de asentamiento es de fácil acceso, está lanzando un señuelo.
El movimiento a través de árboles o un bosque muestra que el enemigo está avanzando. La aparición de unos cuantos biombos en medio de la espesura significa que el enemigo quiere que sospechemos.
El ascenso de los pájaros en su vuelo es la señal de una emboscada. Las bestias sobresaltadas indican que viene un ataque repentino.
Cuando hay polvo ascendiendo en una alta columna, es la señal de carros avanzando; cuando el polvo es bajo, pero se extiende sobre una gran superficie, delata la aproximación de infantería. Cuando se expande en diferentes direcciones, muestra que se han enviado partidas para recoger leña. Unas pocas nubes de polvo moviéndose de aquí para allá significan que el ejército está acampando.
Palabras humildes y mayores preparativos son señales de que el enemigo está a punto de avanzar. Lenguaje violento y toma de impulso como si fuera a atacar son señales de que se retirará.
Cuando los carros ligeros salen primero y toman posiciones en los flancos, es señal de que el enemigo está formando para la batalla.
Propuestas de paz no acompañadas de un convenio jurado indican un complot.
Cuando hay mucho correr y los soldados forman filas, significa que el momento crítico ha llegado.
Cuando se ve a algunos avanzando y otros retrocediendo, es un señuelo.
Cuando los soldados mantienen la posición apoyados en sus lanzas, desfallecen de hambre.
Si los que son enviados a repartir agua empiezan a beber, el ejército sufre de sed.
Si el enemigo ve una ventaja en disputa y no hace esfuerzo por lograrla, los soldados están exhaustos.
Si los pájaros se congregan en un sitio, no está ocupado. El clamor de noche delata nerviosismo.
Si hay disturbios en el campamento, la autoridad del general es débil. Si los estandartes y banderas cambian mucho de sitio, se trama la sedición. Si los oficiales están enfadados, significa que los hombres están cansados.
Cuando un ejército alimenta a sus caballos con grano y mata a su ganado para comer, y cuando los hombres no sostienen sus utensilios de cocina sobre los fuegos del campamento, mostrando que no volverán a sus tiendas, puedes saber que están decididos a luchar hasta la muerte.
La visión de hombres murmurando entre sí en puñados o hablando en tonos bajos señala disidencia a través de rango y filas.
Recompensas demasiado frecuentes significan que el enemigo está a punto de agotar sus recursos; demasiados castigos revelan una situación de extrema dificultad.
Empezar a bravuconear, pero después asustarse por los números del enemigo, muestra una absoluta carencia de inteligencia.
Cuando son enviados heraldos con cumplidos en sus bocas, es una señal de que el enemigo desea una tregua.
Si las tropas enemigas marchan con enfado y continúan encarando a las nuestras durante mucho tiempo sin enzarzarse en la batalla ni volviendo a despegarse, es una situación que demanda gran vigilancia y circunspección.
Si nuestras tropas no son mayores en número que las del enemigo, esto es más que suficientes; solo significa que no puede llevarse a cabo un ataque directo. Lo que podemos hacer es simplemente concentrar toda nuestra fuerza disponible, mantener una estrecha vigilancia sobre el enemigo, y obtener refuerzos.
El que no ejercita la previsión pero resta importancia a sus oponentes es seguro que será capturado por ellos.
Si los soldados son castigados antes de haberse desarrollado su adhesión a ti, no demostrarán sumisión; y, si no son sumisos, entonces serán prácticamente inservibles. Si, cuando los soldados se han convertido en adeptos tuyos, los castigos no son impuestos, seguirán siendo inservibles.
Por tanto los soldados tienen que ser tratados en primera instancia con humanidad, pero mantenidos bajo control por medio de una disciplina de hierro. Este es un camino certero hacia la victoria.
Si al adiestrar soldados las órdenes son impuestas habitualmente, el ejército estará bien disciplinado; si no, su disciplina será mala.
Si un general muestra confianza en sus hombres pero siempre insiste en que sus órdenes sean obedecidas, las ganancias serán mutuas.



10. TERRENO

Sun Tzu dijo: Podemos distinguir seis tipos de terreno, esto es: Terreno accesible; terreno enmarañado; terreno contemporizador; pasos estrechos; alturas escarpadas; posiciones a gran distancia del enemigo.
El terreno que puede ser atravesado por ambos lados se llama accesible.
En atención al terreno de esta naturaleza, ocupa las zonas elevadas y soleadas antes que el enemigo, y salvaguarda cuidadosamente tu línea de suministros. Entonces serás capaz de luchar con ventaja.
El terreno que puede ser abandonado pero es duro de reconquistar se llama enmarañado.
Desde una posición de esta clase, si el enemigo no está preparado, puedes salir a pelear y derrotarlo. Pero si el enemigo está preparado para tu llegada, y tú fracasas en derrotarlo, entonces, al ser imposible regresar, el desastre estará asegurado.
Cuando la posición es tal que ningún bando ganará haciendo el primer movimiento, se llama terreno contemporizador.
En una posición de esta clase, aun cuando el enemigo nos ofrezca un señuelo atractivo, no es aconsejable salir a pelear, sino más bien retirarse, incitando así al enemigo a tomar la iniciativa; entonces, cuando parte de su ejército haya salido, podemos repartir nuestro ataque con ventaja.
Con respecto a pasos estrechos, si puedes ocuparlos primero, deja en paz que sean fuertemente guarnecidos y espera el advenimiento del enemigo.
Si el ejército se anticipa a ti al ocupar un paso, no vayas detrás de él si el paso está fuertemente guarnecido, solo si está débilmente guarnecido.
Con respecto a alturas escarpadas, si estás de antemano al adversario, debes ocupar los sitios elevados y soleados, y esperar allí a que él llegue.
Si el enemigo los ha ocupado antes que tú, no lo sigas, en vez retírate e intenta incitarlo a salir.
Si estás situado a gran distancia del enemigo, y la fuerza de los dos ejércitos es igual, no es fácil provocar una batalla, y la lucha te será desfavorable.
Estos seis son los principios conectados a la Tierra. El general que ha alcanzado un puesto de responsabilidad tiene que ser cuidadoso al estudiarlos.
Ahora bien, un ejército está expuesto a seis diversas calamidades, que no surgen de causas naturales, sino de faltas de las que el general es responsable. Estas son: Fuga; Insubordinación; Colapso; Ruina; Desorganización; Aniquilación.
Siendo otras condiciones iguales, si una fuerza es lanzada contra otra diez veces mayor, el resultado será la fuga de la primera.
Cuando los soldados rasos son demasiado fuertes y sus oficiales demasiado débiles, el resultado es insubordinación. Cuando los oficiales son demasiado fuertes y los soldados rasos demasiado débiles, el resultado es colapso.
Cuando los oficiales de más rango están enfadados e insubordinados, y al encontrarse con el enemigo batallan por su propia cuenta por un sentimiento de despecho, antes de que el comandante en jefe pueda decir si está o no en posición de luchar, el resultado es ruina.
Cuando el general es débil y sin autoridad; cuando sus órdenes no son claras y definidas; cuando no haya fijadas tareas asignadas a oficiales y hombres, y las filas estén formadas de manera descuidada caótica, el resultado es desorganización absoluta.
Cuando un general, incapaz de estimar la fuerza del enemigo, permite a una fuerza inferior combatir con una mayor, o envía un destacamento débil contra uno poderoso, y se niega a situar soldados escogidos en la formación frontal, el resultado puede ser aniquilación.
Estas son seis vías para exponerse a la derrota, que deben ser cuidadosamente anotadas por el general que ha alcanzado un puesto de responsabilidad.
La formación natural de un país es la mejor aliada del soldado; pero la capacidad para evaluar al adversario, controlar las fuerzas de victoria, y calcular sagazmente las dificultades, los peligros y las distancias, constituye la prueba de un gran general.
El que sepa estas cosas, y en la lucha ponga su conocimiento en práctica, ganará sus batallas. El que no las sepa, ni las ponga en práctica, seguro será derrotado.
Si es seguro que la lucha vaya a resultar en victoria, entonces tienes que luchar, incluso aunque el dirigente lo prohíba; si la lucha no resultará en victoria, entonces no debes luchar ni siquiera a petición del dirigente.
El general que avanza sin codiciar la fama y se retira sin miedo a la deshonra, cuyo único pensamiento es proteger su país y hacer un buen servicio a su soberano, es la joya del reino.
Considera a tus soldados como a tus hijos, y te seguirán por los valles más profundos; cuídalos como a tus propios amados hijos, e irán contigo incluso hasta la muerte.
Sin embargo, si eres indulgente, pero incapaz de hacer sentir tu autoridad; de buen corazón, pero incapaz de imponer tus mandatos; e incapaz, además, de sofocar el desorden: entonces tus soldados son comparables a niños consentidos; son inútiles para cualquier propósito práctico.
Si sabemos que nuestros propios hombres están en condiciones de atacar, pero desprevenidos de que el ejército no está dispuesto para el ataque, solo habremos recorrido medio camino en pos de la victoria.
Si sabemos que el enemigo está dispuesto para el ataque, pero no estamos prevenidos de que nuestros propios hombres no están en condiciones de atacar, solo habremos recorrido medio camino en pos de la victoria.
Si sabemos que el enemigo está dispuesto para el ataque, y sabemos también que nuestros hombres están en condiciones de atacar, pero no estamos prevenidos de que la naturaleza del terreno hace la lucha impracticable, solo habremos recorrido también medio camino en pos de la victoria.
Por lo tanto el soldado experimentado, una vez en acción, nunca es sorprendido; una vez ha levantado el campamento, nunca está perdido.
De ahí el dicho: Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, tu victoria no será puesta en duda; si conoces el cielo y la Tierra, puedes hacer tu victoria definitiva.



11. LAS NUEVE SITUACIONES

Sun Tzu dijo: El arte de la guerra reconoce nueve variantes de terreno: Terreno dispersivo; terreno superficial; terreno disputado; terreno abierto; terreno de encrucijada; terreno serio; terreno difícil; terreno asediado; terreno desesperado.
Cuando un cacique está luchando en su propio territorio, es terreno dispersivo.
Cuando ha penetrado en territorio hostil, pero no a gran distancia, es terreno superficial.
El terreno cuya posesión da gran ventaja a uno u otro bando, es terreno disputado.
El terreno en el que cada bando tiene libertad de movimiento es terreno abierto.
El terreno que conforma la llave de tres estados contiguos, de forma que el que lo ocupa primero tiene la mayor parte del imperio a sus órdenes, es un terreno de encrucijada.
Cuando un ejército ha penetrado en el corazón de un país hostil, dejando un número de ciudades fortificadas a sus espaldas, es un terreno serio.
Bosques de montaña, pendientes accidentadas, marismas y pantanos; toda región dura de atravesar: esto es terreno difícil.
El terreno al que se llega a través de estrechos desfiladeros, y del que solo podemos retirarnos por caminos tortuosos, de forma que un pequeño número del enemigo sea suficiente para aplastar a un gran cuerpo de nuestros hombres: esto es terreno asediado.
El terreno en el que solo podemos salvarnos de la destrucción luchando sin demora, es desesperado.
En terreno dispersivo, por tanto, no luches. En terreno superficial, no hagas altos. En terreno disputado, no ataques.
En terreno abierto, no trates de bloquear el camino al enemigo. En terreno de encrucijada, únete a tus aliados.
En terreno serio, reúne el botín. En terreno difícil, mantente presto a marchar.
En terreno asediado, recurre a la estratagema. En terreno desesperado, lucha.
Aquellos que fueron llamados habilidosos líderes de la antigüedad supieron cómo abrir brecha entre la vanguardia y la retaguardia enemigas; prevenir la cooperación entre sus grandes y pequeñas divisiones; impedir a las buenas tropas rescatar a las malas, a los oficiales reagrupar a sus hombres.
Cuando los hombres del enemigo estuvieron unidos, maniobraron para mantenerlos en desorden.
Cuando estaban en ventaja, hicieron un movimiento hacia adelante; cuando a la inversa, se mantuvieron firmes.
Si se me pregunta cómo hacer frente a una gran multitud de enemigos en formación ordenada y a punto de atacar, debo decir: Empieza por aprovechar algo a lo que tu oponente dé mucha importancia; entonces él será susceptible a tu voluntad.
La rapidez es la esencia de la guerra: aprovéchate de la indisposición del enemigo, ábrete paso por rutas inesperadas y ataca sitios desprotegidos.
Los siguientes son los principios a observar por una fuerza invasora: Cuanto más penetres en un país, mayor será la solidaridad de tus tropas, y por lo tanto los defensores no prevalecerán contra ti.
Haz incursiones en terreno fértil para abastecer a tu ejército con víveres.
Estudia cuidadosamente el bienestar de tus hombres, y no los graves en exceso. Concentra tu potencia y acumula tu fuerza. Mantén continuamente a tu ejército en movimiento, y urde planes insondables.
Lanza a tus soldados a posiciones de las que no haya escape posible, y preferirán la muerte a la huida. Si pueden encarar la muerte, no habrá nada que no puedan conseguir. Oficiales y hombres por igual presentarán su máxima fuerza.
Cuando los soldados están en grandes apuros pierden la sensación de temor. Si no hay lugar para el refugio, se mantendrán firmes. Si están en un país hostil, presentarán un frente resuelto. Si no hay ayuda para él, lucharán duro.
Así, sin esperar a ser capitaneados, los soldados estarán constantemente en guardia; sin esperar a que se les pida, harán tu voluntad; sin restricciones, serán fieles; sin dar órdenes, se podrá confiar en ellos.
Prohíbe la consideración de augurios, y deshazte de las dudas supersticiosas. Entonces, hasta que la misma muerte llegue, ninguna calamidad necesitará ser temida.
Si tus soldados no están sobrecargados de dinero, no es porque los disgusten las riquezas; si sus vidas no son excesivamente largas, no es porque no se inclinen a la longevidad.
El día en que se los manda a batallar, tus soldados pueden acongojarse, los que están en pie humedeciendo sus vestimentas, y los recostados dejando correr las lágrimas por sus mejillas. Pero espera a que estén acorralados, y desplegarán el valor de un Chu o un Kuei (Bárbaros indómitos. Kuei además quiere decir espectro. N. del T.).
El estratega habilidoso puede asemejarse al shuai-jan (Crótalo Gloydius ussuriensis, víbora venenosa que se contorsiona, muerde y dispara desechos desde su cloaca, cuyo nombre significa compenetración. N. del T.). Ahora bien, el shuai-jan es una serpiente que se encuentra en las montañas Chang (Lo más seguro es que sea el macizo Changbai del impresionante monte Paektu. N. del T.). Golpea su cabeza, y serás atacado por su cola; golpea su cola, y serás atacado por su cabeza; golpéala en el centro, y serás atacado por ambas cabeza y cola.
Si se me pregunta si se puede hacer que un ejército imite al shuai-jan, debo responder sí. Pues los hombres de Wu (Antiguo reino al norte de Yue que este último anexionó en el año 473 a. C., convirtiéndose en uno de los principales estados de China. Léase Anales de primavera y otoño, atribuido a Confucio. N. del T.) y los hombres de Yue son enemigos; pero si están cruzando un río en el mismo barco y los coge una tormenta, irán a asistirse mutuamente justo como la mano izquierda ayuda a la derecha.
Por lo tanto no es suficiente depositar la confianza en el tiro de los caballos, y el hundimiento de las ruedas del carro en la tierra.
El principio con el que se maneja un ejército es disponer un estándar de valor que todos tienen que alcanzar.
Cómo sacar lo mejor de ambos fuertes y débiles: eso es una cuestión que implica el uso adecuado del terreno.
Por lo tanto el general habilidoso conduce a su ejército como si llevara a un solo hombre, quiera o no quiera, de la mano.
Es competencia de un general ser discreto y así asegurar el secretismo; recto y justo, y así mantener el orden.
Tiene que ser capaz de desconcertar a sus oficiales y hombres con falsos informes y apariencias, y así mantenerlos en total ignorancia.
Alterando sus preparativos y cambiando sus planes, mantiene al enemigo sin un conocimiento en firme. Levantando su campamento y tomando rutas indirectas, impide al enemigo anticiparse a sus planes.
En el momento crítico, el líder de un ejército actúa como alguien que ha escalado a las alturas y luego aparta de una patada la escalera tras él. Lleva a sus hombres al interior de un territorio hostil antes de mostrar su mano.
Quema sus barcos y rompe sus utensilios de cocina; como un pastor dirigiendo un rebaño de ovejas, dirige a sus hombres de un sitio para otro, y nada se sabe de adónde está yendo.
Reunir a las huestes y ponerlas en peligro: estas son las competencias atribuibles al general.
Las distintas medidas adecuadas para las nueve variantes de terreno; la conveniencia de tácticas agresivas o defensivas; y las leyes fundamentales de la naturaleza humana: estas son las cosas que deben con toda certeza estudiarse.
Cuando se invade terreno hostil, el principio general es, que penetrar profundamente proporciona cohesión; penetrar pero una corta distancia significa dispersión.
Cuando dejas atrás tu propio país, y llevas a tu ejército a través del territorio vecino, te encuentras en terreno crítico. Cuando hay medios de comunicación por los cuatro lados, el terreno es en encrucijada.
Cuando penetras profundamente en un país, es terreno serio. Cuando penetras pero una corta distancia, es terreno superficial.
Cuando tienes las fortalezas del enemigo a tu espalda, y pasos estrechos delante, es terreno asediado. Cuando no hay ningún lugar para el refugio, es terreno desesperado.
Por tanto, en terreno dispersivo, inspiraría a mis hombres con unidad de propósito. En terreno superficial, miraría que hubiera una conexión cercana entre todas las partes de mi ejército.
En terreno disputado, mantendría un ojo vigilante sobre mis defensas. En terreno en encrucijada, consolidaría mis alianzas.
En terreno serio, trataría de asegurar una línea continua de suministros. En terreno difícil, seguiría adelante a lo largo del camino.
En terreno asediado, bloquearía cualquier vía de retirada. En terreno desesperado, proclamaría a mis soldados la desesperanza de salvar sus vidas.
Pues es la predisposición del soldado ofrecer una obstinada resistencia cuando está rodeado, luchar duro cuando no puede ayudarse a sí mismo, y obedecer con presteza cuando está en peligro.
No podemos establecer alianzas con príncipes vecinos hasta que no estemos al tanto de sus designios. No somos adecuados para liderar un ejército en marcha a no ser que estemos familiarizados con el relieve de la región: sus montañas y bosques, sus escollos y precipicios, sus marismas y pantanos. No podremos contar con la ventaja natural a no ser que hagamos uso de guías locales. Ignorar uno cualquiera de los siguientes cuatro o cinco principios no corresponde a un príncipe marcial.
Cuando un príncipe marcial ataca a un estado poderoso, su generalato se muestra al prevenir la concentración de las fuerzas del enemigo. Intimida a sus oponentes, e impide que sus aliados se junten contra él.
Por lo tanto no se esfuerza por aliarse con todo el mundo, ni auspicia el poder de otros estados. Lleva a cabo sus propios designios secretos, manteniendo a sus antagonistas sobrecogidos. De este modo es capaz de capturar sus ciudades y derrocar sus reinos.
Concede recompensas sin arreglo a la norma, emite órdenes sin arreglo a preparativos previos; y serás capaz de manejar un ejército entero como si estuvieras manejando a un solo hombre.
Enfrenta a tus soldados con la acción misma; nunca dejes que conozcan tu designio. Cuando la perspectiva sea luminosa, pónsela a la vista; pero no les digas nada cuando la situación sea lúgubre.
Sitúa a tu ejército en peligro mortal, y sobrevivirá; mételo en problemas desesperados, y saldrá a salvo.
Pues es precisamente cuando una fuerza ha caído en la vía del dolor que es capaz de dar un golpe por la victoria.
El éxito en la práctica de la guerra se obtiene acomodándonos cuidadosamente al propósito del enemigo.
Esperando persistentemente al flanco del enemigo, a la larga tendremos éxito en matar al comandante en jefe.
Esto se llama capacidad para conseguir una cosa por pura astucia.
En el día en que asumas el mando, bloquea los pasos fronterizos, destruye los registros oficiales, y detén el paso de todos los emisarios.
Sé severo en la cámara del consejo, de forma que puedas controlar la situación.
Si el enemigo deja una puerta abierta, tienes que entrar como una tromba.
Anticípate a tu oponente haciéndote con lo que él valora profundamente, e ingéniatelas sutilmente para calcular su llegada al terreno.
Camina en el sendero definido por norma, y acomódate al enemigo hasta que puedas luchar una batalla decisiva.
Al principio, entonces, exhibe la timidez de una doncella, hasta que el enemigo te dé una oportunidad; después emula la rapidez de una liebre corriendo, y será demasiado tarde para el enemigo oponérsete.



12. EL ATAQUE POR FUEGO

Sun Tzu dijo: Hay cinco vías para atacar con fuego. La primera es quemar soldados en su campamento; la segunda es quemar almacenes; la tercera es quemar vagones de equipajes; la cuarta es quemar arsenales y polvorines; la quinta es lanzar fuego arrojadizo por entre el enemigo. Para sacar adelante un ataque, necesitamos tener medios disponibles. El material para hacer fuego debe estar siempre a punto.
Hay una época apropiada para atacar con fuego, y días especiales para iniciar la conflagración.
La época apropiada es cuando el clima es muy seco; los días especiales son aquellos en que la Luna está en las constelaciones de la criba (Aventador. Al este, en Sagitario. N. del T.), el muro (O la librería. Al norte, en Pegaso-Andrómeda. N. del T.), las alas (Al sur, en Copa-Hidra. N. del T.) o el travesaño (Al oeste, las 3 estrellas más brillantes del cinturón de Orión. Todas ellas forman parte de las 28 casas de la Luna. N. del T.); pues estos cuatro son todos días de viento que arrecia.
Atacando con fuego, uno debe estar preparado para toparse con cinco posibles desarrollos:
Cuando el fuego se declara dentro del campamento del enemigo, responde de inmediato con un ataque desde el exterior.
Si hay un estallido de fuego, pero los soldados del enemigo siguen tranquilos, aguarda el momento oportuno y no ataques.
Cuando la fuerza de las llamas haya llegado a su máxima altura, síguela con un ataque, si es factible, si no, permanece donde estás.
Si es posible realizar un asalto con fuego desde el exterior, no esperes a que estalle en el interior, sino imparte tu ataque en un momento favorable.
Cuando empiezas un fuego, ponte a barlovento de él. No ataques desde sotavento.
Un viento que arrecia durante el día dura mucho, pero una brisa nocturna remite pronto.
En todo ejército, los cinco desarrollos conectados con el fuego tienen que ser conocidos, los movimientos de las estrellas calculados, y estar vigilante para los días apropiados.
Por lo tanto aquellos que usan fuego como un auxiliar del ataque muestran inteligencia; aquellos que usan agua como un auxiliar del ataque ganan un superávit de fuerza.
Por medio del agua, un enemigo puede ser interceptado, pero no desprovisto de todas sus pertenencias.
Triste es el porvenir de uno que intenta ganar sus batallas y prosperar en sus ataques, sin cultivar el espíritu de campaña; pues el resultado es pérdida de tiempo y estancamiento general.
De ahí el dicho: El dirigente iluminado hace sus planes pensando en el futuro; el buen general cultiva sus recursos.
No te muevas a no ser que veas una ventaja; no uses tus tropas a no ser que haya algo que ganar; no luches a no ser que la posición sea crítica.
Ningún dirigente debe poner tropas en el campo simplemente para desatar su propia ira; ningún general debe luchar una batalla por mera revancha.
Si es para aventajar, haz un movimiento adelante; si no, permanece donde estás.
El enfado puede convertirse en alegría con el tiempo; la contrariedad puede estar sucedida por la satisfacción.
Pero un reino que ha sido destruido una vez no puede nunca volver a ser; ni puede la muerte jamás ser devuelta a la vida.
Por lo tanto el dirigente iluminado es atento, y el buen general lleno de prudencia. Esta es la forma de mantener un país en paz y un ejército intacto.



13. EL USO DE ESPÍAS

Sun Tzu dijo: Alzar unas huestes de cien mil hombres y marchar grandes distancias conlleva fuertes pérdidas de gente y una merma de los recursos del estado. El coste diario ascenderá a mil onzas de plata. Habrá conmoción en casa y en el extranjero, y los hombres caerán exhaustos en las carreteras. Tantas como setecientas mil familias verán su labor impedida.
Los ejércitos hostiles pueden enfrentarse entre sí por años, pugnando por una victoria que se decide en un solo día. Siendo esto así, permanecer en la ignorancia de la condición del enemigo sencillamente porque uno distribuye de mala gana el monto de cien onzas de plata en honores y emolumentos, es el colmo de la inhumanidad.
Uno que actúa así no es líder de hombres, no representa ayuda para su soberano, no es maestro de victoria.
Por tanto, lo que incapacita la sabiduría del soberano y al buen general para golpear y conquistar, y conseguir cosas más allá del alcance de los hombres vulgares, es la predicción.
Ahora bien, esta predicción no puede recabarse de espíritus; no puede obtenerse por inducción de la experiencia, ni por ningún cálculo deductivo.
El conocimiento de las disposiciones del enemigo solo puede obtenerse de otros hombres.
De ahí el uso de espías, de los que hay cinco clases: Espías locales; espías internos; espías conversos; espías condenados; espías supervivientes.
Cuando estos cinco tipos de espía están todos trabajando, nadie puede descubrir el sistema secreto. Esto se llama movimiento divino de los hilos. Es la facultad más preciosa del soberano.
Tener espías locales significa emplear los servicios de habitantes de un distrito.
Tener espías internos, hacer uso de oficiales del enemigo.
Tener espías conversos, hacerse con los espías del enemigo y usarlos para nuestros propios propósitos.
Tener espías condenados, hacer ciertas cosas abiertamente con propósitos de engaño, y permitir a nuestros espías saber de ellos e informar de ellos al enemigo.
Los espías supervivientes, finalmente, son aquellos que traen de vuelta nuevas desde el campamento enemigo.
Por lo tanto no hay nadie en todo el ejército con quien se deba mantener relaciones más íntimas que con los espías. Ninguno debe ser recompensado más libremente. En ningún otro asunto debe preservarse mayor secretismo.
Los espías no pueden ser empleados útilmente sin una cierta sagacidad intuitiva.
No pueden ser manejados apropiadamente sin benevolencia y franqueza.
Sin una sutil ingenuidad de la mente, uno no puede tener certeza de la veracidad de sus informes.
¡Sé sutil! ¡sé sutil! Y usa tus espías para todo tipo de asuntos.
Si una porción de las nuevas es divulgada por un espía antes de que el momento haya llegado, debe ser enviado a la muerte junto con el hombre al que se le contó el secreto.
Sea el objetivo aplastar un ejército, arrasar una ciudad, o asesinar a un individuo, siempre es necesario empezar por descubrir los nombres de los auxiliares, los ayudas de cámara, y guardianes y centinelas del general al mando. Nuestros espías tienen que estar comisionados para discernirlos.
Los espías del enemigo que han venido a espiarnos a nosotros tienen que ser buscados, tentados con sobornos, llevados aparte y alojados cómodamente. Así se volverán espías conversos y disponibles para nuestro servicio.
Es a través de la información traída por el espía converso que somos capaces de adquirir y emplear espías locales e internos.
Es gracias a su información, de nuevo, que podemos provocar que el espía condenado lleve falsas noticias al enemigo.
Por último, es por su información que el espía superviviente puede ser usado en ocasiones designadas.
El fin y el objetivo de espiar en todas sus cinco variantes es conocer al enemigo; y este conocimiento solo puede ser derivado, en primera instancia, del espía converso. Por lo tanto es esencial que el espía converso sea tratado con el máximo liberalismo.
Antaño, el ascenso de la dinastía Yin fue debido a I Chih que había servido a Hsia (Juego de palabras: primera dinastía y mujer del futuro primer rey de la segunda dinastía. N. del T.). De igual manera, el ascenso de la dinastía Chou (Tercera dinastía. N. del T.) fue debido a Lu Ya que había servido a Yin (Otra vez con doble sentido. N. del T.).
Por lo tanto es solo el dirigente iluminado y el general sabio el que usará la más alta inteligencia del ejército para propósitos de espionaje y de este modo obtienen grandes resultados. Los espías son uno de los más importantes elementos en la guerra, porque de ellos depende la capacidad de un ejército para moverse.



APÉNDICE

A lo largo del libro se habla de hechos dispersos aparentemente inconexos, que en verdad permiten vislumbrar el desarrollo de la mitología china. Se cree que el dragón había sido un pez que queriendo escalar, salió del agua, y se fue transformando en reptil o serpiente hasta evolucionar a su forma final, completamente diferente a la del europeo, que, al contrario que el chino, suele ser bípedo y malvado. Imágenes estilizadas descubiertas en Shaanxi, en los yacimientos de la cultura Yangshao confirman dicha teoría. Este es un punto a favor para considerar que la elevación en la que se encuentra la mítica serpiente sea la del monte Paektu, cuyo cráter está bañado por el prodigioso Lago del cielo, donde es fácil dejar volar la imaginación. El Emperador Amarillo, además, iba combinando los animales que figuraban en los estandartes de los reinos conquistados y los propios, de forma que el dragón puede proceder de la superposición de un cocodrilo, un animal marino y una serpiente por ejemplo, a la que luego se ha añadido el tigre, el murciélago, el águila, etc. Por ser el número de dragones clásicos, durante el capítulo titulado Las nueve situaciones es cuando se habla de la serpiente. Su pigmentación evoca el río Jengibre, agua bautismal de la etnia Han, primera que se asocia con la China unificada, cuyo fundador, según la tradición, fue el Emperador Amarillo, también conocido como el dragón, del que se suponen descendientes los chinos. De ahí que se consideren hijos del dragón.



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